Estoy frente a la puerta del salón 1102. Este salón siempre se llena, entonces entro lo antes posible.
Al sentarme noto que las luces blancas del lugar están encendidas, ignorando el sol de las once de la mañana. ¿Esas luces son completamente necesarias? pregunto en voz alta y acto seguido la profesora entra al aula.
La gente se calla, porque obviamente la profesora no los podía escuchar desde afuera y yo pongo mi espaldar en posición vertical; el vuelo está a punto de despegar.
El despegue es difícil. Como siempre, se le recomienda a los pasajeros venir bien comidos, sobrios y en ropa cómoda. El vuelo, en especial el despegue puede producir náuseas, agotamiento y hemorragia nasal. En caso de sufrir cualquier síntoma, por favor hacer caso omiso a cualquier procedimiento médicamente adecuado, pues la única medicina que se puede proporcionar durante el tiempo de vuelo es un poco de agua en la cara. En caso de pánico se recomienda asomarse por la ventana del lado izquierdo y disfrutar del paisaje que proporciona el aeropuerto. Cuidado, ver otros pasajeros en tierra puede resultar en arrepentimiento y ansiedad por dejar la aeronave.
La respetable piloto, una vez terminado el despegue. Se voltea y nos recuerda mantener apagados todos los equipos electrónicos. Estos incluyen, celulares, reproductores de música, tabletas, computadores, maquinas de afeitar y cepillos de dientes eléctricos. Es importante recordar que ninguno de estos aparatos pueden ser utilizados en modo avión, ya que de igual forma, la simple luz que producen los bombillos de estos es suficiente para que el avión se caiga.
Muevo mi cabeza y notó que estoy en un avión de carga. Todos los otros pasajeros son vasijas. Algunas simples, otras de colores, algunas de cristal y otras de cerámica. Hay vasijas llenas de mierda, otras de mariposas, otras de corazones, y otras de cenizas. Espero que el vuelo no se agite. ¿Quién podría limpiar todos los contenidos de las vasijas? yo no. Dudo por un segundo el porqué estoy en un avión de carga y me pregunto si soy una vasija yo también. ¿Será que sí? Realmente no me importa tanto si lo soy o no. Eso sí, me importa cuál es mi contenido. Me gustaría estar lleno de humo de tabaco y corazoncitos de papel. Pero hay que recordar, este es un vuelo libre de humo.
La piloto vuelve a comunicarse a través del complejo sistema de sonido en la aeronave, pero a mi forma de vasija le queda imposible entender su idioma. Sus palabras no me resultan más que vibraciones que me agitan tanto a mi como a las otras vasijas. Claro, algunas de las vasijas se llenan más con estas palabras, otras se quiebran. Yo como vasija solo me aburro.
No me gusta ser una vasija en un vuelo de carga. Pero ¿qué se le va a hacer? El avión es la manera más rápida de volar físicamente en un ambiente seguro. Y todas las otras vasijas parecen más o menos seguras, yo también lo debo estar. Se escucha un ruido fuera del avión, todas las vasijas se asoman por la ventana e ignorando las leyes de seguridad abren uno de los cristales. ¿Qué pasó? grita una de las vasijas en su idioma mientras saca la cabeza. Esta vasija vuelve a entrar al avión y se agrieta su boca. Esta vasija ya no va a llevar flores adentro, si tiene suerte llevara agua.
En ese momento yo me asomo y veo en el lejano suelo una vasija rota en mil pedazos, la pobre no soportó la turbulencia. Me dan ganas de preguntar si puedo ayudar de alguna manera, mas de repente yo dejo de ser vasija y vuelvo a ser pasajero. Los demás no hablan mi idioma. Que mala suerte.
Vuelvo a mi lugar y pongo mi espaldar en posición vertical, el vuelo estaba próximo a aterrizar y yo soy consciente que por más que yo no soy vasija, de igual forma me puedo romper en un aterrizaje brusco. Todas las vasijas vuelven a ser pasajeros y estudiantes en el momento que la nave toca tierra y todos van por su equipaje. La profesora nos agradece por volar con ella y nos pide que volvamos pronto (para los pilotos profesores pronto siempre significa mañana o el lunes). Yo salgo por la puerta de la aeronave y me fijo de mi horario. Noto que tengo un vuelo dentro de una hora y decido aprovecharla para fumar.
Creo que en un pasado se podía fumar en los aviones...
jueves, 17 de enero de 2013
viernes, 11 de enero de 2013
Los tres colores del sol
Amanece.
Amanece y mucho muere o nace de una manera distinta.
Este es el poder del sol naranja.
Amanece y algunas palabras resultan no ser más que viento.
Amanece y algunos silbidos resultan ser poemas de amor.
¿Qué tiene el cielo rosa de la mañana?
Algo tiene que tener.
Las mañanas solas no podrían matar una idea.
Las mañanas solas no son más que un momento entre sueño y sueño.
Yo nací por la mañana. No antes y no después.
Yo nací entre sueño y sueño. Pero en un sueño me quedé.
Yo siendo un niño de la mañana, escucho que todo rima.
Yo nací bajo el sol naranja. Yo nací bajo el rosa abrigo.
Atardece.
No es de noche y no es de día.
Atardece y los incomodos sienten la necesidad de fumar.
El cielo parece rosa, pero no lo es.
En la tarde el cielo es violeta. En la tarde el cielo te engaña.
No se deben tomar decisiones en la tarde.
Atardece y los amantes bailan, los celosos sufren y los niños comen.
En la tarde las palabras no riman. Pero es más fácil conjugar.
Yo evito dormir en las tardes. Dormir a esas horas me confunde.
Dormir en la tarde te puede hacer sentir enamorado. Te puede llenar de confianza.
Tarde puta, tarde falsa, tarde maquiavélica.
Por tus engaños fuiste castigada. Como tarde solo duras unas horas. Como tarde solo eres un rol.
Anochece.
Anochece y hace frío.
El sol parece abandonarnos, pero no lo hace.
En la noche el sol se viste de negro. El sol ambicioso siempre nos quiere ver.
Anochece y tú estás lejos. O no existes. O simplemente no te puedes ver.
En la noche eres todo el mundo, incluyendo y excluyendote a ti.
Pero en la noche no eres poeta. No eres amante, no eres el color azul.
En la noche eres un sueño. Un pensamiento. En la noche eres un juego de palabras.
En la noche tienes miedo. No admites que lo tienes pero es así.
Te da miedo que el sol no regrese. Ya te dije pero no me oyes.
En la noche el sol sigue allí.
Amanece y mucho muere o nace de una manera distinta.
Este es el poder del sol naranja.
Amanece y algunas palabras resultan no ser más que viento.
Amanece y algunos silbidos resultan ser poemas de amor.
¿Qué tiene el cielo rosa de la mañana?
Algo tiene que tener.
Las mañanas solas no podrían matar una idea.
Las mañanas solas no son más que un momento entre sueño y sueño.
Yo nací por la mañana. No antes y no después.
Yo nací entre sueño y sueño. Pero en un sueño me quedé.
Yo siendo un niño de la mañana, escucho que todo rima.
Yo nací bajo el sol naranja. Yo nací bajo el rosa abrigo.
Atardece.
No es de noche y no es de día.
Atardece y los incomodos sienten la necesidad de fumar.
El cielo parece rosa, pero no lo es.
En la tarde el cielo es violeta. En la tarde el cielo te engaña.
No se deben tomar decisiones en la tarde.
Atardece y los amantes bailan, los celosos sufren y los niños comen.
En la tarde las palabras no riman. Pero es más fácil conjugar.
Yo evito dormir en las tardes. Dormir a esas horas me confunde.
Dormir en la tarde te puede hacer sentir enamorado. Te puede llenar de confianza.
Tarde puta, tarde falsa, tarde maquiavélica.
Por tus engaños fuiste castigada. Como tarde solo duras unas horas. Como tarde solo eres un rol.
Anochece.
Anochece y hace frío.
El sol parece abandonarnos, pero no lo hace.
En la noche el sol se viste de negro. El sol ambicioso siempre nos quiere ver.
Anochece y tú estás lejos. O no existes. O simplemente no te puedes ver.
En la noche eres todo el mundo, incluyendo y excluyendote a ti.
Pero en la noche no eres poeta. No eres amante, no eres el color azul.
En la noche eres un sueño. Un pensamiento. En la noche eres un juego de palabras.
En la noche tienes miedo. No admites que lo tienes pero es así.
Te da miedo que el sol no regrese. Ya te dije pero no me oyes.
En la noche el sol sigue allí.
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