martes, 16 de abril de 2013

Un gato sin nombre

La vida como gato es rara.
la vida como gato sin nombre lo es aun más.
Nosotros los gatos nacemos con nuestros nombres felinos, que solo se pueden pronunciar en nuestro idioma y que no tienen traducción a ninguna lengua. Ni siquiera a la de las aves.
Pero una vez que recibimos un amo, olvidamos nuestro nombre y nuestro idioma. Para poder así conocernos por el nombre que nos da nuestro amo. A mí, mi amo no me ha dado un nombre.
No sé por qué mi amo es tan extraño, no solo no me ha dado nombre, sino que se puede ver sin esfuerzo lo distinto que es de los otros humanos. Incluso de los humanos que aman a los gatos.

Mi amo no tiene casa, lo que significa que yo no tengo casa. Mi amo tiene trabajo, pero no gana dinero, por lo que yo no tengo dinero. Yo no me sé el nombre de mi amo, y él no se sabe el mío. Nos llevamos muy bien mi amo y yo. Normalmente un gato no disfruta mucho pasar tiempo junto a su amo, pero creo que esto viene después de haber recibido un nombre, porque yo disfruto mucho caminar junto a mi amo. Caminando junto a mi amo recorro la ciudad y puedo ver a muchos otros gatos, todos con nombres, tanto felinos como humanos. Yo sé que mi amo me quiere, de alguna manera siempre consigue comida y si llueve mientras caminamos el me guarda debajo de su gabán. ¿Quién necesita un nombre cuando se tiene un gabán? Mi amo es bastante apuesto. Es alto, de piel oscura y ojos verdes. Su cabello es largo pero se ve limpio. A diferencia del mío que es corto y sucio. Mi amo tiene un mentón fuerte y hombros anchos. Su nariz es fina y su sonrisa amarilla pero alineada. Las mujeres en la calle suelen mirar a mi amo y sonríen, pero únicamente le hablan si ven que viene conmigo. Cuando ven que mi amo tiene un gato, se acercan y me comienzan a rascar el cuerpo. Me gusta mucho cuando me rascan detrás de las orejas y debajo del mentón. No me gusta cuando pasan mucho tiempo en la barriga, aunque esto no es muy común, normalmente después de unos minutos de haberme rascado mi amo le dice a la gente una de dos cosas.

Si mi amo ve que la persona quien me acaricia está en un buen momento de su vida; muy metida en una relación, obsesionada con su genial trabajo,  o estable económicamente. Se toca el ala de su sombrero y les desea un buen día. Pero si la persona parece estar en un momento en el cual acariciar al gato del hombre apuesto en la calle resulta siendo lo mejor de su día. Mi amo se quita el sombrero y le pide a la gente que saque de este lo que encuentren. Casi siempre encuentran atún en lata, casi siempre me lo termino comiendo yo; la verdad quiero mucho a mi amo. Después de ser sorprendidos por el truco, la gente hace una de dos cosas (No se por que los humanos siempre parecen hacer una de dos cosas), mucha gente saca de su bolsillo una moneda y se la da a mi amo, quien por supuesto la rechaza, si la aceptara no podría seguir practicando su arte. La otra cosa que hacen las personas es reír y aplaudir. Una vez que hacen esto mi amo me mete a mí al sombrero y yo desaparezco de allí.
Yo no sé muy bien que suceda cuando yo estoy en el sombrero, pero la realidad es que siempre termino dentro de un pequeño mundo lo más de peculiar. En este mundo hay muchos ruidos y muchos caprichos. Normalmente se pueden ver muchas ratas correteando por este mundo ruidoso y colorido. Yo como gato, como gato sin nombre no me puedo resistir a estas ratas y las comienzo a cazar. Primero cazo a las más delgadas, como para calentar los músculos y despertarme un poco. Una vez que tengo a una rata delgada en mi boca, esta desvanece en segundos y tengo que ir por otra, pero las ratas delgadas se acaban eventualmente.

Después de las ratas delgadas, ya calentados mis músculos, me voy tras las ratas más veloces. Están son las más divertidas de cazar, pues siempre cambian de dirección y de intención. Uno puede ver en sus ojos de ratas que planean joder a alguien y de repente se quieren joder a ellas mismas. Esas ratas son todo un caso... Bueno, normalmente no hay muchas ratas veloces, por lo que me las termino rápido. Una vez terminadas las rápidas, siempre voy tras esa rata. Esa rata grande que está en todos los mundos a los que voy y que siempre es gorda y perezosa. Siempre está sentada y me mira con soberbia. A mí me gusta primero saltarle a estas ratas por los lados, y después jugar con sus bigotes, pero esto nunca sirve (lo hago solo por diversión), lo que sí sirve es mirarla a los ojos y decirle, hola soy un gato sin nombre y me mandaron a comerte. Y digo esto porque yo creo que mi amo me manda a comerme a la rata grande; una vez comida la rata yo estoy fuera del sombrero y la persona que reía está llorando. Está siempre muy agradecida y animada, siempre dicen sentirse mejor, siempre dicen que era una tontería después de todo. Yo me siento muy bien ayudando a mi amo con sus servicios. Hace que mi vida sea más que la vida de un gato. Pues la vida como gato es rara, la vida como gato sin nombre es más extraña. Pero la vida de gato sin nombre de que trabaja para mi amo. Esa vida no es nada más rara, no es simplemente divertida. Es una vida en la que los problemas no son más que ratas y los sueños mundos. La vida de un gato como yo es seca, es alegre y está llena de caricias. La verdad una vida así solo es para alguien como yo. Solo es para un gato sin nombre.