martes, 18 de febrero de 2014

Caronte

Poco después de mi muerte, abro mis ojos y me doy cuenta de que los antiguos tenían razón. 
No estoy en el cielo, ni estoy en el infierno. No soy un árbol y no veo el mundo a través de los ojos de una vaca. Me encuentro en un lugar árido pero húmedo, tan frío como cálido. Me encuentro frente a un río y en él flota una balsa. En la balsa se encuentra una figura, no muy alta ni muy robusta. Una figura con los rasgos que se esperarían ver en un animal viejo, o más bien en una flor marchita.
La figura tiene un libro en sus manos y parece molestarse con mi presencia. Ella me pregunta si tengo la cuota y yo intento recordar mis clases de literatura clásica de la escuela. Recuerdo el nombre Caronte y recuerdo el nombre Aqueronte. Si mal no recuerdo él es el encargado de llevarme a través de este río, si mal no recuerdo tengo que pagar una moneda de plata para que él lo haga. Y si mal no recuerdo nunca en mi vida he estado cerca de una moneda de plata. Caronte me pregunta si soy otro cristiano y lo niego con la cabeza. Me pregunta si creía en Shiva, y le digo que tampoco es el caso. Me pregunta si sé quién es él y le respondo con poca energía, él sabe que no le podré pagar y yo sé que tendré que vagar cientos de años sin descanso por ser pobre hasta en el inframundo. 
Doy mi primer paso y le escucho reír, me da curiosidad qué lee, me inclino y me sorprendo al ver que el nombre Bukowski se encuentra sobre el papel. 
Caronte nota mi mirada y me observa con autoridad. Sin pensarlo mucho le pregunto si Bukowski traía su moneda de plata y él me dice que no, pero que le regalo uno de sus libros para poder pasar. Le pregunto cuál de sus libros le regaló y el me muestra que la portada de su lectura dice "Mujeres".

viernes, 7 de febrero de 2014

Ayer y hoy

Ayer.
Ayer decidí salvar el mundo un cabello a la vez.
Tomarme todos los segundos necesarios para seguir adelante.
Ayer decidí divorciarme.
Divorciarme de este matrimonio arreglado con esta mujer llamada sociedad.
De nuestra posesiva esposa que quiere acostarse con todos y con nadie a la vez.
Ayer me desperté y quise enamorarme del amor.
Librarme de esta maldición que al nacer, el mundo me asignó.
Ayer el sueño. El cambio. La revolución eran cosas posibles y estaban al alcance.
Ayer podía yo abrirme la piel y deshacerme de mi vergonzosa coraza.
Deshacerme de cada pedazo de mí para usarlo como un trapo para limpiar lagrimas.
Pero ayer al irme a dormir, dormí frustrado.
Ayer no hice nada, y no fui otro ser.
Ayer el mundo seguía muerto y yo moría dentro de él.

Hoy me desperté, y ya estábamos todos muertos.
Caminábamos por la necesidad de movernos.
No caminábamos por el placer, sino porque era la cosa del momento.
Hoy al parecer, todo estaba perdido, y a todo el mundo le importábamos un pepino.
Ya que hoy, y tú eres testigo, el juego estaba comprado, el azar no era tu amigo.
Hoy era una mierda, y el ayer ya no existía.
Hoy era solo una idea, una noción perpetua de desabrigo.
Hoy no sabía quién eras, quien era, quien estaba aquí conmigo.
Hoy no me maté porque ya estaba muerto, hoy no envejecí porque ya estoy viejo.

Pero hoy no fue una tragedia, agradezco haber estado muerto ya que reviví.
Hoy se volvió frío el fuego interno, pero el fuego sigue en mí.
Hoy tal vez no gané el fuego, pero tampoco lo perdí.
Hoy comienzo yo de nuevo, hoy los problemas se irán de aquí.
Hoy mi mundo no ha cambiado, hoy el sueño no dejó de morir.
Pero hoy vi que alguien no estaba muerto, que su vida todavía se podía vivir.

Mañana me propondré todo lo de ayer de nuevo.
Pero mañana sí lo lograré cumplir.
Y si mañana se sigue el juego, si mañana el sueño se puede adquirir.
Es porque mañana tendré a quien agradecerlo.
Mañana será todo algo nuevo, y todo esto gracias a ti.