miércoles, 21 de junio de 2017

Noticia de primera plana

Es sábado y yo estoy despierto a las cuatro de la mañana, Borges está enfermo y es hora de su medicina. Darle medicinas al perro siempre había sido trabajo de Alejandra, a ella la quería más que a mí. Pero como Alejandra ya no está y yo me quedé con el perro, yo le doy la medicina. Le doy la medicina a Borges y el desgraciado la escupe. Le abro las fauces y se la clavo en la garganta. Borges no se ve contento, pero no se va a morir. Yo sé que es mucho más fácil llevar a Borges al veterinario y que ellos se encarguen, pero Alejandra no confiaba en los veterinarios y Borges era de ella cuando nació, mientras crecia y ya a estas alturas no vamos a cambiarle los hábitos al perro. Además, ya lleva varias semanas enfermo y no se ha muerto.

Es sábado y estoy paseando a Borges a las siete de la mañana por la cuadra. La gente nos mira, muchos nos conocen, pero no se acercan. La verdad no sé si ven al perro o si ven al hombre recientemente soltero que terminó encartado con el perro. Es un perro muy bonito, la gente a veces se acerca a saludarlo, a jugar con él. Pero hoy nadie se nos acerca, parecen asustados, tan mal me veo.
Borges y yo llegamos al parque y vemos a una inusual cantidad de personas llorando, y el vernos parece hacerlo peor. Borges no entiende, pero yo no quiero saber qué está pasando. Nos regresamos al apartamento.

El apartamento esta lleno de cajas, Alejandra todavía no se lleva sus cosas. El apartamento se va a ver abandonado cuando se vayan las cajas. No entiendo por qué se fue del apartamento y me quedé yo. Nada aquí era mío, y ahora me quedo con los recuerdos y con el viejo y enfermo perro. Borges está vomitando y me duele la cabeza. Voy a dejar que el vómito se lo coma el perro, no es mi trabajo limpiarlo, mi trabajo es que no se muera Borges, mi trabajo es que Borges sobreviva para que Alejandra quiera visitarlo y nos veamos de nuevo. Me tomo una siesta para luchar contra lo que parece ser una migraña y mis sueños son nítidos. Sueño con un recuerdo, un recuerdo inexacto pero es mi sueño y eso no importa. Sueño con una de mis primeras citas con Alejandra, con su jardín trasero y con su perro. Ese perro se murió hace años ya, y Alejandra debía haber dejado su casa hace media decada. Nada en este sueño era real, y como para variar yo no estoy descansando. Ya me di cuenta que estoy soñando y este limbo entre realidad y esperanza me estresa más de lo que me ayuda. 

Despierto y es de noche.
Por como me mira Borges es fácil saber que quiere salir, salimos.
En la calle Borges camina más lento que en la mañana pero nunca deja de sonreir. No sé si realmente sonríe, en mi opinión solo saca la lengua para refrescarse, pero para Alejandra eso era una sonrisa, y si algo aprendí con su partida fue a darle la razón. Borges se sienta y decido darle unos minutos de descanso al amigo de mi amiga. Examiga... conocida. Unos adolescentes borrachos nos ven y se acercan, Borges se pone alerta. Los jóvenes están ebrios pero no son irrespetuosos. Me preguntan si pueden tocar al perro y yo les digo que sí, que con cuidado porque está enfermo. Ellos responden que se lo imaginaban y yo no pienso mucho del comentario. Me pregunta que tiene y yo no les puedo responder. De repente me hablan de su vida, de sus perros muertos, yo no quiero saber. No me gusta la gente, y por eso odio a este perro, hace que la gente me hable. Los adolescentes me preguntan dónde vivo y me piden ir a visitar a Borges de vez en vez. Yo les explico que la misma pregunta me incomoda y ellos se retiran con un aire de derrota.

Seguimos caminando y hay un café que se ve bien. Los cafés son un lugar fascinante porque puedes tomar licores fuertes solo y la gente no parece juzgarte, o te juzgan menos que en un bar. Dejo a Borges amarrado para ver si me dejan entrar con él al balcón y me acerco al mesero que recibe en la puerta. Le pregunto si puedo entrar con mi perro y el mesero se ríe y me dice "claro" en un tono sarcástico. No pienso mucho al respecto y voy por el perro. Nos sentamos y el duerme mientras yo me pongo a tomar. Frente a mí hay una pareja, el hombre es alto y su cara da a mi mesa. Tiene barba de cansancio, pero de cansancio comodo, de ese que te da cuando te pasas la noche hablando con Alejandra. A la mujer solo le veo la espalda pero sé que llora. Su pelo es largo castaño y se ve enredado. Sus brazos son delgados y las uñas se están despintando. Me recuerda a Alejandra. Me acabo mi trago y voy por otro, esta noche la voy a mirar. 

La mujer se agarra de la cabeza y veo sus muñecas llenas de brazaletes, iguales a los de Alejandra. Me tomo otro trago, lo vuelvo a llenar. La mujer saca un cigarrillo, mentolado, largo, los mismos que fuma Alejandra. Yo miro a Borges, está durmiendo. El hombre se acerca a la mujer, le besa los ojos, se me calienta la cara, estoy celoso. Estoy casi seguro que esta mujer es Alejandra, pero no puedo hacer nada, incluso si fuera. Alejandra no quería saber nada de mí cuando se fue, y en los meses que han pasado y en mis intentos de contactarla nada parece haber cambiado. Seguro ya ni se acuerda de Borges, seguro ya tiene un gato que se llama Cortázar o Bolaño.

Voy por otro trago, pero se reusan a dármelo, yo entiendo, vuelvo a mi asiento y fumo un cigarrillo. El sueño de Borges es profundo y el hombre se me queda mirando. O mira al perro, no quiero que diga nada. Tomo una decisión apresurada y llamo por telefono a Alejandra. Durante estos meses le escribí mucho; nunca le llamé. Marco su telefono y la mesa frente a mí detiene todo para contestar su telefono. La mujer contesta, pero mi telefono sigue sonando. La mujer voltea y sus ojos son azules, los de Alejandra son cafés. Mi telefono sigue sonando y ahora estoy nervioso. Alejandra contesta.

"Que quieres" me dice, ni siquiera suena como pregunta. 
"Quería hablarte de Borges" respondo y ella se queda callada. Me agacho y toco al perro, un poco brusco para despertarlo. La mesa de alfrente lo ve y viene corriendo emocionada. Parecía que nunca hubieran visto un perro. Borges no abre mucho los ojos, se ve que tiene que hacer mucho esfuerzo. La mujer está llorando y Alejandra me pregunta sobre su experro. Lo muevo otro poco y entiendo.
"Borges está muerto" digo asustado.
"Ya me lo imaginaba" Alejandra me cuelga el telefono. 

Me levanto, pago la cuenta, me llevo a lo que ahora entiendo era mi perro.
Lo dejo en una veterinaria, me despido de él rápido, soy un hombre de pocas palabras. Llego a mi casa y me voy a dormir. En la noche no sueño con Alejandra, o bueno, más o menos. Me sueño en un laberinto queriendo llegar a ella, pero en cada esquina está un perro muerto. Intento no verlos me enfoco en ella, al final no llego.

Me despierto y leo el periodico, no sé hace cuantos meses que no lo he hecho. La primera plana me da sorpresa, me da náuseas y me da desespero. La primera plana lee.

"Después de semanas de creerlos extintos, anoche murió el último perro."