Hay unas mujeres que son como árboles,
Se encuentran altas y tranquilas en todo lugar.
Hay otras que son como estrellas,
Se ven bonitas de lejos pero, no todos las quieren alcanzar
Hay mujeres que nos deleitan con su belleza, otras con su personalidad.
Hay mujeres que son una mala experiencia, tampoco podemos generalizar.
Hay una niña que es como un cometa, más como una pequeña luz, al decir verdad.
Es de esas personas que a veces se visten de tormentas.
Se ven intimidantes, se ven tenebrosas. Pero se ven hermosas si uno se detiene para poderlas admirar.
Esta es una niña que como luz puede ser confusa, difícil de interpretar.
Pero como luz también es adictiva, para los insectos que nos atrevemos a observar.
La niña de la luz es fascinante.
La niña de la luz es espectacular.
La niña de la luz es cegadora.
La niña de la luz te reta a ver de que eres capaz.
La niña de la luz te hace pensar en flores.
La niña de la luz hace que se vea peor todo mal.
La niña de la luz es intrigante.
La niña de la luz te logra hacer dudar.
La niña de la luz me tiene medio atrapado.
A la niña de la luz me va a tocar alcanzar.
lunes, 26 de agosto de 2013
miércoles, 21 de agosto de 2013
Uno que casi no escribe poemas
El único problema con los cuentos es que no son poemas.
Y uno que casi no escribe poemas termina siendo cuentista.
El problema del cuento es que no es poema.
Y al no ser poema, el cuento es eterno.
El problema de lo eterno es que la gente no lo cree.
Hay quien duda del tiempo, hay quien no cree en el cielo.
El problema del cuentista es que no es poeta.
Por más que el poeta pueda ser quien quiera.
El reto para el cuentista es que la gente después de un tiempo todavía le crea.
Que la gente le crea, que para él una mujer puede ser un poema.
Los cuentistas tal vez viven creando mundos de aventura.
Pero la gente les atribuye aventuras con certeza.
Mi problema es que no me creo cuentista.
Pero soy más cuentista que poeta.
Mi problema es que mis palabras que quieren ser poemas.
Las ves como puro cuento; como pura carreta.
Y uno que casi no escribe poemas termina siendo cuentista.
El problema del cuento es que no es poema.
Y al no ser poema, el cuento es eterno.
El problema de lo eterno es que la gente no lo cree.
Hay quien duda del tiempo, hay quien no cree en el cielo.
El problema del cuentista es que no es poeta.
Por más que el poeta pueda ser quien quiera.
El reto para el cuentista es que la gente después de un tiempo todavía le crea.
Que la gente le crea, que para él una mujer puede ser un poema.
Los cuentistas tal vez viven creando mundos de aventura.
Pero la gente les atribuye aventuras con certeza.
Mi problema es que no me creo cuentista.
Pero soy más cuentista que poeta.
Mi problema es que mis palabras que quieren ser poemas.
Las ves como puro cuento; como pura carreta.
sábado, 10 de agosto de 2013
La niña de las flores
A mí me gusta mucho la ciudad en la que vivo.
Es una ciudad en la que nunca pasa nada, pero esto la hace hermosa.
Cuando no te preocupas por eventos importantes, gente famosa o cosas así, es muy fácil concentrase en las bellezas mundanas. Caminas por las calles mirando lo bonitos que son los arcos de las casas, el diseño de las puertas y las niñas que salen a hacer mandados y te sientes feliz. Aunque sea esto me sucede a mí.
Mi trabajo también me gusta mucho, es un trabajo que mucha gente tal vez no considere un trabajo real, pero me pagan por hacerlo y requiere mucho esfuerzo tanto físico como emocional.
Todos los días, desde que el alcalde me asignó esta labor, tengo que ponerme ropa clara, alguna especie de sombrero y tengo que salir en bicicleta a través de toda la ciudad a desearle buenos días a cada persona que vea. Este trabajo hace que la gente se sienta de buen humor, produzca más y esté más sana.
No estoy seguro de por qué este trabajo se me asignó a mí. Puede ser que me lo asignaron porque a la gente le gusta mi sonrisa, o porque conozco muy bien las calles de la ciudad. También puede ser que cuando buscaba trabajo no quedaba ni uno solo que asignarme y se inventaron este para que no acosara, quién sabe. Lo importante es que mi trabajo me gusta y me da una oportunidad muy particular. Me permite ver la ciudad a diario, notar los pequeños cambios que se hacen a diario en las calles y en la mayoría de los casos, puedo apreciar las cosas más que los demás. No sé de alguien más que haya tenido la oportunidad de ver como una ramita que comenzó a crecer en el muro de una casa abandonada, poco a poco fue creciendo hasta volverse en una espectacular enredadera.
Supongo que se me puede considerar una autoridad en eventos triviales.
Pero bueno, el evento trivial del que les quiero hablar es uno que me tiene intrigado desde hace unos días. Se trata de la niña de las flores.
Antes de ver a esta niña, yo creía conocer a todos los habitantes de la ciudad. A todos los habitantes excepto a ella, los saludo a diario por primer nombre, y normalmente puedo preguntarles sobre algún evento que está sucediendo en sus vidas. Pero siempre que paso por esa esquina tan cercana a mi casa, en la que la niña siempre se para con centenares de flores. Intento enfocar la mirada y reconocer a la muchacha que pareciera hacer un trabajo parecido al mío, todos los días regalando flores a la gente que pasa por allí.
Pero sin importar cuanto me esfuerce, no logro identificarla, no le veo parecido a nadie y a decir verdad me siente un poco aturdido por esa belleza que no es común en nuestra ciudad tan promedio.
No digo que en nuestra ciudad no se vean mujeres bonitas, porque hay muchas. Pero esta en particular tiene algo extraño, tiene una clase de belleza que cuando la ves, sientes una fragancia, y si piensas en ella esa fragancia aparece justo bajo tu nariz.
La niña es intrigante de muchas maneras distintas. Uno creería que la niña regala las flores a diario porque esto la causa alegría, ¿no? Pero en el caso de esta niña, nunca la he visto sonreír al regalar una flor, nunca parece satisfecha con lo que hace. De hecho, la única vez que la vi sonreír, fue en una ocasión en la que una mujer parecía ofendida, e insistía en regresarle la flor que le había regalado a su hijo. La niña no le respondía nada, no le aceptaba la flor, solamente sonreía con un brillo en los ojos.
Otra cosa muy confusa respecto a esta niña, es que las flores que regala no parecen tener ningún patrón. Todos los días regala flores distintas y aparentemente al azar. Regala rosas, claveles, tulipanes, aves del paraíso, margaritas, orquídeas, lilas, girasoles, arreglos de flores, e incluso coronas. La verdad estas flores logran que la ciudad se vea más linda. Cuando la gente recibe flores a diario, no se atreve a deshacerse de ellas y se queda sin lugares para ponerlas. Por lo que las pone en ventanas, escaleras y hasta dentro de buses.
El mismo horario de la niña es algo que no puedo definir. Siempre que salgo de mi casa está allí, pero cuando regreso ya se ha regresado a quien sabe dónde. Yo sé que esta ciudad tiene trabajos raros (como el mío), pero por algún motivo me queda difícil creer que la alcaldía haya asignado a una niña la labor de regalar flores a diario. Y además me intriga la causa por la que la mujer, tan complaciente que es normalmente, se ofendió tanto con una simple flor. Nunca antes me he saltado un día de trabajo, pero creo que pronto tendré que hacer la excepción.
En este momento estoy acostado en mi cama, con mis brazos detrás de la almohada en la que estoy apoyando mi cabeza mientras pienso en la niña de las flores. ¿Por qué hace lo que hace? Probablemente lo hace para que la ciudad se vea más bonita. Pero, ¿De dónde trae las flores? ¿Cómo consigue tantas en tan poco tiempo?
Yo soy una persona poco curiosa, no suelo hacerme muchas preguntas, y tantas preguntas me acaban de marear. Mejor me voy a dormir.
Estoy sentado en un café en desde el cual puedo observar a la niña de las flores. Hoy solo parece traer arreglos. La gente se me acerca a desearme los buenos días y se aleja ofendida cuando notan que hoy esta no es mi prioridad. Hoy es el día de la niña de las flores.
Llevo horas sentado en este café y me siento raro, normalmente estoy pedaleando. La niña de las flores acaba de entregar su último arreglo y se retira con cara de no tener nada en mente. Esto me emociona mucho, me levanto de mi mesa dejando un poco más de dinero que el que debo y me subo a mi bicicleta. La niña de las flores parece notar que la sigo, pero no parece importarle, seguramente piensa que estoy haciendo mi vuelta de todos los días. Sigue caminando hasta quedarse quieta en una equina, me veo forzado a seguir derecho para no dejar tan evidente mis intenciones y comienzo a darle la vuelta a la manzana para poder verla desde la esquina opuesta.
Para cuando llego a la esquina la niña no está, pero un pequeño bus enciende su motor y solo me queda asumir que la niña se acaba de subir a este. Sigo al bus en mi bicicleta, cosa que me queda muy fácil por lo acostumbrado que estoy a montar todo el día y noto que se detiene minutos después frente a un cementerio un poco fuera de la ciudad. La niña de las flores se baja y abre una pequeña casa dentro del cementerio. Seguramente vive allí.
Así que la niña vive en un cementerio, esto tiene sentido. Como el cementerio queda fuera de la ciudad nunca había tenido la oportunidad de verla. Pero resolver esto no es suficiente para calmar mi curiosidad, así que me quedo sentado entre los muertos esperando que la niña salga otra vez. Menos de una hora pasa y la niña sale de su casa con una gran canasta vacía. Camino detrás de ella sin preocuparme por lo evidente de mi persecución y notó como en cada lapida con una o más flores se detiene unos segundos para tomar la flor y ponerla en la canasta.
...Huh...
Curiosamente ese delicado sonido es el que llama la atención de la niña quien me mira y me explica con una voz dulce que los muertos no necesitan flores, y que la gente que las deja no lo hace con verdaderas intenciones. Que si realmente tuvieran intenciones más que aparentar volverían a revisar las flores de vez en cuando, o a echarles agua. Me siento enfermo y regreso a mi casa para dormir.
Me despierto y salgo a desearle los buenos días a la ciudad. Pero cada vez que veo una flor de la niña me siento mal y tengo que parar. Es increíble como cosas tan hermosas pueden crear tanto malestar, es increíble que días atrás no me importaba de donde vinieran las flores y ahora su origen me retumba en la cabeza.
Agh... Creo que me va a tocar renunciar.
Es una ciudad en la que nunca pasa nada, pero esto la hace hermosa.
Cuando no te preocupas por eventos importantes, gente famosa o cosas así, es muy fácil concentrase en las bellezas mundanas. Caminas por las calles mirando lo bonitos que son los arcos de las casas, el diseño de las puertas y las niñas que salen a hacer mandados y te sientes feliz. Aunque sea esto me sucede a mí.
Mi trabajo también me gusta mucho, es un trabajo que mucha gente tal vez no considere un trabajo real, pero me pagan por hacerlo y requiere mucho esfuerzo tanto físico como emocional.
Todos los días, desde que el alcalde me asignó esta labor, tengo que ponerme ropa clara, alguna especie de sombrero y tengo que salir en bicicleta a través de toda la ciudad a desearle buenos días a cada persona que vea. Este trabajo hace que la gente se sienta de buen humor, produzca más y esté más sana.
No estoy seguro de por qué este trabajo se me asignó a mí. Puede ser que me lo asignaron porque a la gente le gusta mi sonrisa, o porque conozco muy bien las calles de la ciudad. También puede ser que cuando buscaba trabajo no quedaba ni uno solo que asignarme y se inventaron este para que no acosara, quién sabe. Lo importante es que mi trabajo me gusta y me da una oportunidad muy particular. Me permite ver la ciudad a diario, notar los pequeños cambios que se hacen a diario en las calles y en la mayoría de los casos, puedo apreciar las cosas más que los demás. No sé de alguien más que haya tenido la oportunidad de ver como una ramita que comenzó a crecer en el muro de una casa abandonada, poco a poco fue creciendo hasta volverse en una espectacular enredadera.
Supongo que se me puede considerar una autoridad en eventos triviales.
Pero bueno, el evento trivial del que les quiero hablar es uno que me tiene intrigado desde hace unos días. Se trata de la niña de las flores.
Antes de ver a esta niña, yo creía conocer a todos los habitantes de la ciudad. A todos los habitantes excepto a ella, los saludo a diario por primer nombre, y normalmente puedo preguntarles sobre algún evento que está sucediendo en sus vidas. Pero siempre que paso por esa esquina tan cercana a mi casa, en la que la niña siempre se para con centenares de flores. Intento enfocar la mirada y reconocer a la muchacha que pareciera hacer un trabajo parecido al mío, todos los días regalando flores a la gente que pasa por allí.
Pero sin importar cuanto me esfuerce, no logro identificarla, no le veo parecido a nadie y a decir verdad me siente un poco aturdido por esa belleza que no es común en nuestra ciudad tan promedio.
No digo que en nuestra ciudad no se vean mujeres bonitas, porque hay muchas. Pero esta en particular tiene algo extraño, tiene una clase de belleza que cuando la ves, sientes una fragancia, y si piensas en ella esa fragancia aparece justo bajo tu nariz.
La niña es intrigante de muchas maneras distintas. Uno creería que la niña regala las flores a diario porque esto la causa alegría, ¿no? Pero en el caso de esta niña, nunca la he visto sonreír al regalar una flor, nunca parece satisfecha con lo que hace. De hecho, la única vez que la vi sonreír, fue en una ocasión en la que una mujer parecía ofendida, e insistía en regresarle la flor que le había regalado a su hijo. La niña no le respondía nada, no le aceptaba la flor, solamente sonreía con un brillo en los ojos.
Otra cosa muy confusa respecto a esta niña, es que las flores que regala no parecen tener ningún patrón. Todos los días regala flores distintas y aparentemente al azar. Regala rosas, claveles, tulipanes, aves del paraíso, margaritas, orquídeas, lilas, girasoles, arreglos de flores, e incluso coronas. La verdad estas flores logran que la ciudad se vea más linda. Cuando la gente recibe flores a diario, no se atreve a deshacerse de ellas y se queda sin lugares para ponerlas. Por lo que las pone en ventanas, escaleras y hasta dentro de buses.
El mismo horario de la niña es algo que no puedo definir. Siempre que salgo de mi casa está allí, pero cuando regreso ya se ha regresado a quien sabe dónde. Yo sé que esta ciudad tiene trabajos raros (como el mío), pero por algún motivo me queda difícil creer que la alcaldía haya asignado a una niña la labor de regalar flores a diario. Y además me intriga la causa por la que la mujer, tan complaciente que es normalmente, se ofendió tanto con una simple flor. Nunca antes me he saltado un día de trabajo, pero creo que pronto tendré que hacer la excepción.
En este momento estoy acostado en mi cama, con mis brazos detrás de la almohada en la que estoy apoyando mi cabeza mientras pienso en la niña de las flores. ¿Por qué hace lo que hace? Probablemente lo hace para que la ciudad se vea más bonita. Pero, ¿De dónde trae las flores? ¿Cómo consigue tantas en tan poco tiempo?
Yo soy una persona poco curiosa, no suelo hacerme muchas preguntas, y tantas preguntas me acaban de marear. Mejor me voy a dormir.
Estoy sentado en un café en desde el cual puedo observar a la niña de las flores. Hoy solo parece traer arreglos. La gente se me acerca a desearme los buenos días y se aleja ofendida cuando notan que hoy esta no es mi prioridad. Hoy es el día de la niña de las flores.
Llevo horas sentado en este café y me siento raro, normalmente estoy pedaleando. La niña de las flores acaba de entregar su último arreglo y se retira con cara de no tener nada en mente. Esto me emociona mucho, me levanto de mi mesa dejando un poco más de dinero que el que debo y me subo a mi bicicleta. La niña de las flores parece notar que la sigo, pero no parece importarle, seguramente piensa que estoy haciendo mi vuelta de todos los días. Sigue caminando hasta quedarse quieta en una equina, me veo forzado a seguir derecho para no dejar tan evidente mis intenciones y comienzo a darle la vuelta a la manzana para poder verla desde la esquina opuesta.
Para cuando llego a la esquina la niña no está, pero un pequeño bus enciende su motor y solo me queda asumir que la niña se acaba de subir a este. Sigo al bus en mi bicicleta, cosa que me queda muy fácil por lo acostumbrado que estoy a montar todo el día y noto que se detiene minutos después frente a un cementerio un poco fuera de la ciudad. La niña de las flores se baja y abre una pequeña casa dentro del cementerio. Seguramente vive allí.
Así que la niña vive en un cementerio, esto tiene sentido. Como el cementerio queda fuera de la ciudad nunca había tenido la oportunidad de verla. Pero resolver esto no es suficiente para calmar mi curiosidad, así que me quedo sentado entre los muertos esperando que la niña salga otra vez. Menos de una hora pasa y la niña sale de su casa con una gran canasta vacía. Camino detrás de ella sin preocuparme por lo evidente de mi persecución y notó como en cada lapida con una o más flores se detiene unos segundos para tomar la flor y ponerla en la canasta.
...Huh...
Curiosamente ese delicado sonido es el que llama la atención de la niña quien me mira y me explica con una voz dulce que los muertos no necesitan flores, y que la gente que las deja no lo hace con verdaderas intenciones. Que si realmente tuvieran intenciones más que aparentar volverían a revisar las flores de vez en cuando, o a echarles agua. Me siento enfermo y regreso a mi casa para dormir.
Me despierto y salgo a desearle los buenos días a la ciudad. Pero cada vez que veo una flor de la niña me siento mal y tengo que parar. Es increíble como cosas tan hermosas pueden crear tanto malestar, es increíble que días atrás no me importaba de donde vinieran las flores y ahora su origen me retumba en la cabeza.
Agh... Creo que me va a tocar renunciar.
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