martes, 31 de julio de 2012

La amante de mi amigo

Acababa de contarle a mi amigo acerca de mi nueva amante. 
Por más que yo llevaba meses con ella llevaba un año sin ver a mi amigo, por lo que le describí todo.
Le conté del marrón de sus ojos y lo lacio de sus cabellos. Le conté de la forma de su ombligo y la altura de sus tetas. Le conté como le brillaban los dientes y de los huecos que se le creaban al sonreír.
Él parecía muy interesado mientras le contaba, pero cuando le pregunte acerca de su amante su cara se puso seria aunque llena de amor.

Me contó que hace poco conoció el amor. Que cada noche se queda haciendo gritar a su amante hasta el punto en el que sus vecinos tocan la puerta con las bocas llenas de quejas.
Me dijo que su amante tenia unas curvas perfectas en las que le cabían los dedos a la perfección.
Habló de que solo tocándola de la manera apropiada podía hacerla gritar de la manera que a él le gustaba escucharla. Me perturbe un poco cuando me comenzó a mencionar el echo de que solamente lubricándola con la lengua el sonido era perfecto pero afortunadamente no entró en detalles.
Pero no fue hasta que me describió la manera de besarla, que me dio ganas de conocerla. Decía él, que sus labios debían ser firmes pero que no los presionaba mucho pues así la lastimada. 

Quedamos en encontrarnos los cuatro en dos días en una cafetería. Yo estaba con mi amante quien lucia particularmente bella (petición mía). Cuando entró a la cafetería estaba solo por lo que asumí que su relación había terminado, pero la sonrisa en su cara me dejó confundido. 
Para evitar mencionar lo obvio presenté a mi amante y él la saludo. Después sacó un pequeño maletín y lo puso en la mesa. Comenzó a hablar de como una persona era capas de amar cualquier cosa sin importar lo que fuera.

No tuvo que decir nada más en el momento que me mostró su nueva trompeta.

viernes, 27 de julio de 2012

Los inmortales de Nuevo Orleans

New Orleans era todo lo que él esperaba.
Las mujeres eran bellas, las trompetas sonaban como la suya cada noche y la cerveza estaba fría.

Él llevaba una semana sin fumar y la ansiedad lo estaba matando lentamente. Es irónico como la falta de humo en los pulmones llega a crear una sensación de fuego y ahogamiento.
En la cultura de su país tanto como en la de su país de hospedaje era fácil engañar a un local y festejar toda la noche.
Pero no en Nuevo Orleans.

En Nuevo Orleans, la ciudad de los inmortales, donde los bebedores de vida y manipuladores de magia habitan hace años disfrazados de personas mundanas. En esta ciudad donde solo al salir a la calle se escucha la pasión del Jazz y el romance de los sueños. Él no podía ir a festejar, él no tenia 21 años.

Él llegó al cuarto del hotel donde se hospedaba y se quitó los pantalones. Como el estaba solo no necesitaba pantalones puestos. Después de cambiar tiempo por literatura decidió llamar al servicio para habitaciones. Sentía antojos de langosta y vino pero solo le gustaba tomar vino acompañado y la langosta era demasiado para comer sin enfermarse.
Decidió no comer.

Las horas siguieron pasando y él entró en un estado de transe, en el cual no estaba quieto pero a la vez no hacia nada en absoluto. Durante sus pocas productivas actividades se encontró mirando fotos de la mujer. La mujer con la que tuvo una relación de cuestionable existencia. Una relación con un clímax intangible pero existente, la mujer que había desaparecido con elegancia y en silencio.

Él tenía el teléfono de celular de ella, pero no la iba a llamar. Ella había desaparecido a voluntad y no aparecería a menos que esta misma lo decidiera.
Él habló a su celular como a un amante, despacio, suave pero con decisión. Lo acerco a sus labios y le pidió que apareciera.
Después de darse cuenta de la falta de respuesta del inanimado objeto se acostó en la extravagante cama, extravagante como todas las camas de hotel.

Cerró sus ojos y escucho su celular. Obvio, era la mujer.
Él preguntó si lo había escuchado y ella afirmó.
Él no entendía, pero no quería hacerlo, de alguna manera la había contactado y eso era suficiente.
Se preguntó en voz alta si era telépata pero ella le dijo que no.
Ella había estado en el balcón del cuarto de hotel esperando durante toda la noche. Esperando que él la buscara para así volverlo inmortal.

Sorprendido, él salió al balcón y allí estaba, tal y como la recordaba. Cabello rojo y ojos de un color indefinido. Estaban en el piso once del hotel y solo el tenía llaves para entrar, él no sabía como había llegado hasta allí la mujer.
Al preguntarle, ella le dijo que nada era importante para los inmortales pues para ellos nada era imposible.

Él le dijo que ella no era inmortal, que no lo podía ser. Ella preguntó cómo podría saberlo. Él le dijo que hace mucho la conocía. Él no entendía que uno nunca puede saber si realmente alguien que aun está vivo es mortal o no. Nunca la había visto morir y si él moría antes tanto ella como todos los otros vivos podrían ser inmortales sin que él lo supiera.

Ella le mostró sus colmillos y él le beso la mano. Ella se excitó y le mordió la pierna desnuda. El dolor lo aturdió, pero la situación lo lleno de tanta adrenalina que él fue capas de cargarla hasta la cama mientras su pierna se desangraba.

Ella le hizo el amor de una manera que él nunca había experimentado, la divinidad del momento comenzó a convencerlo a él de que ella era inmortal, para él solo un dios podía amar así. Él no entendía que la inmortalidad no era solo para dioses, él no entendía que un dios podía morir.

Ella se recostó junto a él, pero su cuerpo estaba caliente. Él creía que los inmortales eran de piel fría, si ella no era fría tal vez no era inmortal.
Ella bebió de la herida en la pierna y él comenzó a sentir la muerte aproximarse. Él comenzó a envidiar la habilidad de no morir pero no estaba asustado, él no sabía que estaba sintiendo.

Ella drenó y él murió, pero luego ella besó la nariz. Pero realmente no era un beso, ella le estaba pasando el alma que le había robado junto con la sangre. Ella sabía que al irse la sangre el alma se iba también, por eso ella fue capas de atraparla y al devolverla sin la sangre ella lo volvía a él inmortal. Ya que él no tendría más sangre, su alma no volvería a escapar, el para siempre viviría, ella lo había vuelto inmortal.

Él la amaba a ella, pero no le creía su inmortalidad del todo. Él y ella hicieron el amor como dioses durante años y no envejecieron ni un segundo. Ellos estaban satisfechos y ahora tenían hambre. Ella mataba por placer sexual, él por el gusto que le daba ver quienes eran mortales.

Él no podía matarla a ella, el no podía saber si realmente era inmortal. Ella lo amaba a él, amaba su cuerpo y amaba su curiosidad. Él la amaba ella, su salvajismo y su hambre sexual.
Durante el sexo él quería matarla y esto la excitaba.
Ella tenía el cabello rojo por la sangre de sus víctimas, él tenía el cabello negro por su curiosidad, el día que su cabello estuviera blanco seria cuando él supiera completamente que ella era o no inmortal.

Ella a diferencia de la mayoría de los inmortales no se aburría con el pasar de los siglos. Él la mantenía entretenida con su curiosidad. Él a diferencia de demás inmortales nunca pensó saberlo todo, él siempre quiso saber si ella era o no mortal.
Sin que él lo supiera, la duda acerca de la inmortalidad había vuelto a su curiosidad, a su amante y a sí mismo. En ejemplos de lo inmortal.

sábado, 14 de julio de 2012

Homonimia del beso

Cuando se juzga el significado de la palabra "beso".
Sin importar quien de el veredicto, muchos amantes parecen equivocados.
El amante de la música quien llama beso al momento en el cual agradece a su instrumento por sus servicios tocándolo con los labios.
El padre que se despide de su hijo por unos días tocándole la frente con su boca.
La hermana llena de amor, quien al ver a su hermano después de mucho tiempo lo ametralla con suaves toques de cariño en su cara.
Quedarían equivocados los jóvenes en su primera cita, quienes conteniendo el aire se dan su primera señal simultanea de amor.
Y también errarían al llamar beso los amantes que agradeciendo el libidinoso momento que se proporcionaron se despiden juntando sus labios.
Siendo yo el jurado de la palabra, teniendo solo la posibilidad de darle una definición.
Mi veredicto no terminaría en el error de cualquier amante.
Pues si se osa limitar al "beso" con una sola definición.
Esta seria para mí. El momento en el cual el hombre anuncia a cualquier ser de su aprecio. Que confía lo suficiente en él, en ella o en eso, como para darse el lujo de ser vulnerable.
Y que es el beso si no esto.
La máxima expresión de vulnerabilidad.
Vulnerabilidad que suele ser mal interpretada.
Ya que recuerda al humano que puede morir.
Pero recuerden compañeros mortales.
Que solo quien es vulnerable es quien aun puede vivir.