Acababa de contarle a mi amigo acerca de mi nueva amante.
Por más que yo llevaba meses con ella llevaba un año sin ver a mi amigo, por lo que le describí todo.
Le conté del marrón de sus ojos y lo lacio de sus cabellos. Le conté de la forma de su ombligo y la altura de sus tetas. Le conté como le brillaban los dientes y de los huecos que se le creaban al sonreír.
Él parecía muy interesado mientras le contaba, pero cuando le pregunte acerca de su amante su cara se puso seria aunque llena de amor.
Me contó que hace poco conoció el amor. Que cada noche se queda haciendo gritar a su amante hasta el punto en el que sus vecinos tocan la puerta con las bocas llenas de quejas.
Me dijo que su amante tenia unas curvas perfectas en las que le cabían los dedos a la perfección.
Habló de que solo tocándola de la manera apropiada podía hacerla gritar de la manera que a él le gustaba escucharla. Me perturbe un poco cuando me comenzó a mencionar el echo de que solamente lubricándola con la lengua el sonido era perfecto pero afortunadamente no entró en detalles.
Pero no fue hasta que me describió la manera de besarla, que me dio ganas de conocerla. Decía él, que sus labios debían ser firmes pero que no los presionaba mucho pues así la lastimada.
Quedamos en encontrarnos los cuatro en dos días en una cafetería. Yo estaba con mi amante quien lucia particularmente bella (petición mía). Cuando entró a la cafetería estaba solo por lo que asumí que su relación había terminado, pero la sonrisa en su cara me dejó confundido.
Para evitar mencionar lo obvio presenté a mi amante y él la saludo. Después sacó un pequeño maletín y lo puso en la mesa. Comenzó a hablar de como una persona era capas de amar cualquier cosa sin importar lo que fuera.
No tuvo que decir nada más en el momento que me mostró su nueva trompeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario