El viejo solo respiraba a través de su fosa nasal derecha, la izquierda estaba tapada por mucosidad y penas, él no sabía cual era la causa y cual la consecuencia.
Preparó el té como a su amiga le gustaba y llevó la tetera a la sala con dificultad. Le temblaban las manos, y sus rodillas rechinaban. Ese día era su cumpleaños.
El viejo subió las escaleras de terciopelo que conectaban al segundo piso con los ojos cerrados, le gustaba sentir que su memoria de estas era perfecta. Se puso una camisa gris, un chaleco negro, pantalones del mismo color, zapatos bien brillados y una corbata color azul opaco. No se molestó por retirar el polvo de su ropa, este lo hacia ver más viejo, y cuanto más viejo se veía menos lo molestaba la gente.
Se paró frente al espejo que usaba su hija décadas atrás. Era un espejo más alto que el viejo y tenía un bello marco dorado. En él vio su pasado físico joven. Sus cabellos cafés perfectamente peinados y su sonrisa que evidenciaba un cuidado perfecto. Su cuerpo joven le dio asco y apretó los ojos fuertemente para después encontrar su arrugada y calva figura en el reflejo.
-Tal vez mañana sea joven de nuevo. Se dijo a sí mismo. Pero hoy no.
Bajó las escaleras con los ojos cerrados una ves escucho tres golpes en su puerta. La abrió y encontró a su única amiga parada atrás del umbral. Su amiga era su única conocida más vieja y más tranquila que él, y por eso era su única amiga. Ella lo tocó con su fría mano en el hombro y después sonrío.
La sonrisa de su amiga era una sonrisa que solo puede tener alguien que ha presenciado muchas muertes. Su sonrisa era una brisa que pasaba sobre la piel de quien se encontrara frente a ella y daba un calor frío.
-¿Preparaste té? preguntó ella y el viejo le invito a pasar.
Mientras tomaban el té en silencio ella se regó un poco encima de su ropa y el viejo río por primera vez en días. No le gustaba reír mucho porque ocupaba demasiado esfuerzo y sonaba como un motor viejo arrancando.
-Preparaste el té como me gusta, observo su amiga. Sabías que venia, ¿verdad?
-Vienes el mismo día cada año. Respondió.
-Feliz cumpleaños. Dijo ella sonriendo de nuevo su única sonrisa. ¿Estás listo?
-Hoy no. Respondió el viejo sintiendo el calor frio que le causaba la sonrisa. Ayer lo estaba, pero ayer no era mi cumpleaños.
-No recuerdo porque accedí a este estúpido trato contigo viejo. Dijo su única amiga tocándose el cráneo.
-Mis padres me dijeron que no le coqueteara a la muerte, que me podía matar. Dijo el viejo metiendo su dedo dentro de la taza de té. Pero nunca pensaron que la podría llegar a enamorar.
-¿Cuántos cumples hoy? preguntó su amiga sonrojada.
-102. Respondió el viejo antes de meterse el dedo húmedo a la boca.
-Cuando acepté este trabajo. Comenzó la mujer más vieja de todas mientras se paraba. Me advirtieron que no me enamorara y yo pensé que exageraban.
-Perdón pero no quiero dañar nuestra amistad. Dijo el viejo sonriendo.
-Nos vemos en un año. Dijo la muerte y salió por la puerta principal de la casa.
sábado, 25 de agosto de 2012
sábado, 4 de agosto de 2012
Ciegos en el paraíso.
Un hombre observaba como un tucán descansaba sobre una rama y comenzó a burlarse de él.
"¡Que triste ser un tucán!" decía mientras bebía de su cerveza. "¿Quién querría ser un animal que desde el pico hasta el trasero está diseñado para exponerse buscando que reconozcan su belleza?" dijo en voz alta orgulloso de su astucia.
"Maldito animal torpe." Dijo lentamente antes de lanzarle la lata ya vacía al ave.
La pequeña criatura esquivó el proyectil dando pequeños saltos ágiles sobre la rama y de su pico comenzó a salir una ronca voz que decía "torpe, torpe, torpe."
Indignado, el hombre le pregunto al tucán. "¿Cómo puedes llamarme torpe usando palabras de mi idioma, cuando los de su especie ni siquiera saben hablar?"
El hombre no se sentía ridículo por estar hablando con un tucán. ¡era defensa personal!
"Humano torpe" dijo el tucán ahora demostrando elocuencia.
"Todos los animales sabemos hablar, solo no perdemos tiempo en eso." "De igual manera no perdemos tiempo buscando que reconozcan nuestra belleza, en el paraíso no existe la necesidad de reconocimientos ni de idiomas."
El hombre estaba tan confundido por lo que le había dicho el ave que ni siquiera cuestionaba cómo este conseguía hablar. "Yo no soy religioso." Dijo el hombre al ave. "Pero sé que a los hombres nos echaron del paraíso." "¿Cómo me puedes decir que no necesitas tales cosas en el paraíso cuando estás fuera de él, cuando estás aquí conmigo?" Él tucán comenzó a reír, una risa tan pacifica y uniforme que aterrorizaría a quien quiera que la escuchara.
"Ustedes los humanos y su orgullo." Comenzó el tucán. "Están tan convencidos de su importancia que creyeron que cuando ustedes fueron expulsados, todos nosotros también lo fuimos inmediatamente."
El hombre no sabía que decir, así que miro al ave fijamente.
"Nosotros los animales nunca fuimos expulsados, por eso no buscamos darle sentido a las cosas, por eso no sufrimos cuando ustedes se ponen en funciones superiores, por eso no tememos a la muerte."
Dijo el tucán antes de volar hasta el brazo del hombre
"Aquí en el paraíso todo tiene sentido."
El hombre horrorizado sacudió su brazo y espanto así al ave.
"Me confundes." Le confeso el hombre al animal. "Dices que al hombre se le expulso del paraíso, pero a la vez afirmas que aquí es el paraíso."
El tucán voló hasta la cabeza del hombre delicadamente para evitar asustarlo y volvió a reír.
"¿Su orgullo no tiene final?" preguntó. "¿No has pensado que tal vez no valía la pena crear otro mundo para ustedes los humanos?" "¿Que tal vez lo mejor era solo no dejarlos presenciarlo?"
El hombre otorgo su silencio al ave.
"¿Por qué crees tú que solamente el hombre se avergüenza de su mierda, de su cuerpo o de sus decisiones?" Dijo el ave saltando al aire de nuevo.
"Porque la manera de expulsarlos no fue física, fue quitándoles la habilidad de presenciar todo esto." Respondió a su propia pregunta.
"Fue solo cuestión de cegarlos." Después de esta afirmación el tucán voló lejos y nunca pasó cerca del hombre de nuevo.
"¡Que triste ser un tucán!" decía mientras bebía de su cerveza. "¿Quién querría ser un animal que desde el pico hasta el trasero está diseñado para exponerse buscando que reconozcan su belleza?" dijo en voz alta orgulloso de su astucia.
"Maldito animal torpe." Dijo lentamente antes de lanzarle la lata ya vacía al ave.
La pequeña criatura esquivó el proyectil dando pequeños saltos ágiles sobre la rama y de su pico comenzó a salir una ronca voz que decía "torpe, torpe, torpe."
Indignado, el hombre le pregunto al tucán. "¿Cómo puedes llamarme torpe usando palabras de mi idioma, cuando los de su especie ni siquiera saben hablar?"
El hombre no se sentía ridículo por estar hablando con un tucán. ¡era defensa personal!
"Humano torpe" dijo el tucán ahora demostrando elocuencia.
"Todos los animales sabemos hablar, solo no perdemos tiempo en eso." "De igual manera no perdemos tiempo buscando que reconozcan nuestra belleza, en el paraíso no existe la necesidad de reconocimientos ni de idiomas."
El hombre estaba tan confundido por lo que le había dicho el ave que ni siquiera cuestionaba cómo este conseguía hablar. "Yo no soy religioso." Dijo el hombre al ave. "Pero sé que a los hombres nos echaron del paraíso." "¿Cómo me puedes decir que no necesitas tales cosas en el paraíso cuando estás fuera de él, cuando estás aquí conmigo?" Él tucán comenzó a reír, una risa tan pacifica y uniforme que aterrorizaría a quien quiera que la escuchara.
"Ustedes los humanos y su orgullo." Comenzó el tucán. "Están tan convencidos de su importancia que creyeron que cuando ustedes fueron expulsados, todos nosotros también lo fuimos inmediatamente."
El hombre no sabía que decir, así que miro al ave fijamente.
"Nosotros los animales nunca fuimos expulsados, por eso no buscamos darle sentido a las cosas, por eso no sufrimos cuando ustedes se ponen en funciones superiores, por eso no tememos a la muerte."
Dijo el tucán antes de volar hasta el brazo del hombre
"Aquí en el paraíso todo tiene sentido."
El hombre horrorizado sacudió su brazo y espanto así al ave.
"Me confundes." Le confeso el hombre al animal. "Dices que al hombre se le expulso del paraíso, pero a la vez afirmas que aquí es el paraíso."
El tucán voló hasta la cabeza del hombre delicadamente para evitar asustarlo y volvió a reír.
"¿Su orgullo no tiene final?" preguntó. "¿No has pensado que tal vez no valía la pena crear otro mundo para ustedes los humanos?" "¿Que tal vez lo mejor era solo no dejarlos presenciarlo?"
El hombre otorgo su silencio al ave.
"¿Por qué crees tú que solamente el hombre se avergüenza de su mierda, de su cuerpo o de sus decisiones?" Dijo el ave saltando al aire de nuevo.
"Porque la manera de expulsarlos no fue física, fue quitándoles la habilidad de presenciar todo esto." Respondió a su propia pregunta.
"Fue solo cuestión de cegarlos." Después de esta afirmación el tucán voló lejos y nunca pasó cerca del hombre de nuevo.
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