sábado, 25 de agosto de 2012

Té entre amigos

El viejo solo respiraba a través de su fosa nasal derecha, la izquierda estaba tapada por mucosidad y penas, él no sabía cual era la causa y cual la consecuencia.
Preparó el té como a su amiga le gustaba y llevó la tetera a la sala con dificultad. Le temblaban las manos, y sus rodillas rechinaban. Ese día era su cumpleaños.

El viejo subió las escaleras de terciopelo que conectaban al segundo piso con los ojos cerrados, le gustaba sentir que su memoria de estas era perfecta. Se puso una camisa gris, un chaleco negro, pantalones del mismo color, zapatos bien brillados y una corbata color azul opaco. No se molestó por retirar el polvo de su ropa, este lo hacia ver más viejo, y cuanto más viejo se veía menos lo molestaba la gente.

Se paró frente al espejo que usaba su hija décadas atrás. Era un espejo más alto que el viejo y tenía un bello marco dorado. En él vio su pasado físico joven. Sus cabellos cafés perfectamente peinados y su sonrisa que evidenciaba un cuidado perfecto. Su cuerpo joven le dio asco y apretó los ojos fuertemente para después encontrar su arrugada y calva figura en el reflejo.
-Tal vez mañana sea joven de nuevo. Se dijo a sí mismo. Pero hoy no.

Bajó las escaleras con los ojos cerrados una ves escucho tres golpes en su puerta. La abrió y encontró a su única amiga parada atrás del umbral. Su amiga era su única conocida más vieja y más tranquila que él, y por eso era su única amiga. Ella lo tocó con su fría mano en el hombro y después sonrío.
La sonrisa de su amiga era una sonrisa que solo puede tener alguien que ha presenciado muchas muertes. Su sonrisa era una brisa que pasaba sobre la piel de quien se encontrara frente a ella y daba un calor frío.

-¿Preparaste té? preguntó ella y el viejo le invito a pasar.

Mientras tomaban el té en silencio ella se regó un poco encima de su ropa y el viejo río por primera vez en días. No le gustaba reír mucho porque ocupaba demasiado esfuerzo y sonaba como un motor viejo arrancando.

-Preparaste el té como me gusta, observo su amiga. Sabías que venia, ¿verdad?
-Vienes el mismo día cada año. Respondió.
-Feliz cumpleaños. Dijo ella sonriendo de nuevo su única sonrisa. ¿Estás listo?
-Hoy no. Respondió el viejo sintiendo el calor frio que le causaba la sonrisa. Ayer lo estaba, pero ayer no era mi cumpleaños.
-No recuerdo porque accedí a este estúpido trato contigo viejo. Dijo su única amiga tocándose el cráneo.
-Mis padres me dijeron que no le coqueteara a la muerte, que me podía matar. Dijo el viejo metiendo su dedo dentro de la taza de té. Pero nunca pensaron que la podría llegar a enamorar.
-¿Cuántos cumples hoy? preguntó su amiga sonrojada.
-102. Respondió el viejo antes de meterse el dedo húmedo a la boca.
-Cuando acepté este trabajo. Comenzó la mujer más vieja de todas mientras se paraba. Me advirtieron que no me enamorara y yo pensé que exageraban.
-Perdón pero no quiero dañar nuestra amistad. Dijo el viejo sonriendo.
-Nos vemos en un año. Dijo la muerte y salió por la puerta principal de la casa.

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