martes, 14 de enero de 2014

En este momento de la vida

Creo que es martes, la verdad no puedo estar seguro. Un sonido me hizo pensar que era martes.
Pero la verdad es que en este momento de la vida, en el que se es tan puro, realmente no se sabe de días. No se sabe de números, ni se sabe fechas. Se sabe un poco de emociones, pero es difícil ponerles nombre. Se sabe un poco de sensaciones, como la que tengo ahorita. Ahorita me siento encerrado. Siento que estoy dentro de una cajita de madera y que casi no me puedo mover. Pero la cajita no está cerrada, la parte de arriba está abierta. Siento como un hombre y una mujer muy bellos los dos, me visten, me hablan con palabras de amor y lloran cada vez que se detienen a verme. Realmente espero que estas sean lagrimas de alegría.

¿Alegría? Ahora lo sé, una emoción se llama alegría, y es la emoción que me da cuando esta señora me toca los pocos cabellos en mi cabeza y me habla, aunque sabe que no le puedo responder.
En este momento de la vida, en el que se es tan inocente como para interpretar figuras, los colores me aturden. Tengo los ojos abiertos, ya que quiero grabar en mi mente cada pequeño color, cada pequeña figura. Pero no sé que significa nada. He aprendido a reconocer a las otras figuras como yo. Estas figuras que durante todo el día pasan por mi cajita y me miran. Unas sonríen, otras lloran, otras hablan de como me parezco al señor que en la mañana ayudó a vestirme. Estas figuras se parecen a mí, pero también son muy distintas. La mayoría tienen sus cabezas llenas de cabello, tienen cuadritos blancos en sus bocas y cuerpos fuertes, resistentes. Yo no tengo cuadritos en mi boca, y mi cuerpo es frágil. Seguramente estas figuras se visten solas, no como yo. Yo necesito a la señora y al señor, necesito que me pongan mi ropita y que me muevan con delicadeza. Yo no les digo si me duele o no como me mueven. Yo no les digo si la ropita que me ponen me gusta o no. La verdad no puedo decir nada, todos ellos producen sonidos pero yo no. Yo solo tengo la boca abierta y seca, al igual que mis curiosos ojos.

La gente deja de pasar a mirarme en mi cajita y me siento contento. En este momento de la vida, en el que se es tan indefenso. Lo único que uno quiere es que lo dejen cerrar sus ojos y dormir. No quiero que me mire mucha gente, no quiero que sonrían o que lloren. No quiero oír sus voces ni escuchar a quien me parezco. Quiero estar aquí en mi cajita sin la menor molestia. Cuando las figuras dejan de pasar por mi cajeta, se acerca una nueva. Una figura que como yo. No tiene muchos cabellos, pero si tiene dientes. Está vestida completamente de blanco, lo que lastima mis ojos, y tiene un libro enorme y un objeto brillante en sus manos. La figura me mira, y se pone a hablar. No sé que es lo que dice. En este momento de la vida, en el que se es tan simple, uno no entiende todo lo que dicen las figuras. A veces creo entender más o menos que quieren, pero nunca puedo estar seguro. Mucho menos de lo que decía esta figura que me hacía sentir mal. Me hacía sentir pequeño, indefenso, condenado. Cosas que yo ya sabía que era, pero no quería recordar. Miedo… así se llama este sentimiento. Esta figura, que ahora lee de su gran libro sobre mi cajita me hizo sentir el miedo.

La figura se retira, cierran mi parte de arriba y siento como levantan mi cajita. Quien sea que la está moviendo la mueve con mucho cuidado, la mueve como si no me quisieran lastimar. Pero creo que no se dan cuenta de que soy tan delicado que hasta tocar una parte de la cajita me dan ganas de llorar. Pero no lloro, no quiero molestar a las figuras, mucho menos a la mujer bella. Me encuentro en la oscuridad, pero a diferencia de la figura con el libro esto no me hace sentir mal. De alguna forma estoy acostumbrado a no ver la luz, y esto me alegra. De un momento para otro mi cajita deja de moverse y abren la parte de arriba. Mis ojos se lastiman con la luz, y con lo azul que está todo, pero yo no puedo cerrar mis ojitos.

Con mis ojitos abiertos veo que todas las figuras que me miraba antes, me está mirando otra vez. Me miran, vestidos de negro, y con caras sin sentimientos. Sus caras se parecen más a la mía, no como antes. Mi cajita comienza a moverse delicadamente y veo como me alejo del cielo. La bella mujer llora y me tira un objeto muy bonito, verde y blanco, de muy buen olor. Acabo de recordar lo que es el aroma, y lo bien que hace sentir. Mi cajita se queda quieta y comienzan a caer miles de figuras cafés sobre ella. Me cubren, me hacen sentir seguro. Cada vez veo menos y esto está bien. Mis ojos abiertos guardaron todos los colores que pudieron ver.

Creo que es martes, porque un lunes me morí. Pero en este momento de la vida, en el que perdiste tus cabellos, tus dientes y tu fuerza. En el que la bella mujer que ayudaste a crecer te viste, y se despide con aromas. En este momento de la vida, en el que no puedes cerrar tus ojos, ni liberar una lagrima, en el que las figuras te confunden y tu cuerpo se comporta como el de un bebé. Bueno, en este momento de la vida no te preocupas por el nombre de tu último día.

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