Camino por un parque cerca al centro de la ciudad. Paro unos minutos a mirar el cielo y me digo a mÍ mismo.
-Mierda, ojalá nunca se caiga.
Entonces veo que una nube comienza a bajar y me trago mi garganta del miedo que esto me causa.
Buscando refugio de la inevitable caída, me encuentro con una pareja joven. El muchacho parece de unos catorce años y la niña de dieciséis. Era una pareja no muy común pero tampoco imposible de entender.
-¡Corran! les grito. ¿No ven que el cielo se cae?
Ellos no parecen tener problema con esto, es más ¡están sonriendo! Su falta de instinto de supervivencia me causa rabia y me alejo de allí.
Llegando al centro me doy cuenta de que todo la ciudad está huyendo del cielo que cae, los transeúntes se esconden en parqueaderos de edificios con la misma cobardía de una cucaracha que huye de la luz escondiéndose bajo un refrigerador.
Por más que comparto su miedo, su comportamiento me parece ridículo. Escapar del cielo tiene que ser igual o más difícil que correr de tus propios pies.
Me encuentro solo, las calles están completamente vacías, pues todas las cucarachas han encontrado refugio. Miro al cielo y noto que está más cerca.
-Mierda, digo con voz de rendición. Se nos vino el cielo y yo aquí solo.
Pensé en dónde estarían las personas que en algún momento me quisieron como yo las quiero y qué sentirían al ver el cielo caerse.
Mis amigos probablemente estarían abrazando a sus respectivas esposas en los sótanos de sus casas tamaño familiar. La mayoría de estás esposas serian mis exparejas por lo que ya no tengo que preguntarme por ellas.
Mis padres seguramente están abrazados viendo una película o algún capitulo grabado de una serie de televisión, lo más probable es que ni se hayan enterado de que el cielo está cayendo.
Como no tengo hermanos y mis abuelos están todos muertos creo que esas son todas las personas que me quisieron, que deprimente.
Las nubes ya están a dos metros de mi cabeza y les devuelvo su amenazante mirada. En ellas veo la cara de Luna. ¡Cómo me olvidé de luna!
Luna, la muchacha más bella de la clase de filosofía y letras. Luna, siempre leyendo Cortázar y Tolkien pues para ella no existía la literatura mala. Luna, mi novia hasta el final de sus días. Luna, la desafortunada víctima de un ataque terrorista hacia el avión en el que viajaba hasta Europa para buscar una primera edición del Quijote.
A veces cuando me deprimo me digo a mí mismo que Luna está en el cielo cuidando de mí aunque nunca me lo crea. Dios una que otra noche incluso le ruego a las estrellas que Luna regrese a mí por actos inexplicables del universo. Ahora el cielo bajaba y en él debía estar Luna. ¡Mi deseo se cumplía!
Me parece irónico que Luna me este bajando el cielo a mí cuando yo era el que le prometía que un día le bajaría las nubes para que juntos decidiéramos donde vivir cuando muriéramos.
Con este corto recuerdo me di cuenta que Luna no me bajaba las nubes y que ella no estaba en el cielo, estaba destruida en miles de pedazos que aun flotaban en el mar caribe. Pero ahora yo sabía porque el cielo estaba cayendo.
Corrí evitando ver el cielo hasta el parque donde todo había comenzado. La joven pareja que buscaba estaba ahora acostada, supongo que se acostaron para poder ver el cielo solo un rato más.
Al verme la niña sonríe y dice.
-Es increíble que el novio más maduro que he tenido es dos años menor que yo.
A lo que él agrega.
-Ella es mi primera novia y por ella sería cualquier cosa.
Su alegría era contagiosa y tan enfermiza como un virus en invierno.
-Por ella bajarías hasta el cielo ¿no es así?
Él afirma con una sonrisa y ella suelta una risita.
-Mierda, Pienso. Estos dos nos mataron a todos.
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