jueves, 29 de mayo de 2014

Parte 2

Ropa. De todo lo que se nos pudo olvidar llevar. Comida, cheques, música, audífonos, libros, comida para perro. De todo eso lo único que olvidamos fue empacar un poco de ropa. Y lo peor es que no nos llegamos a dar cuenta de esto hasta que en la mañana después de haber pasado la noche en un pueblito llamado Ciudad Altamirano. Desayunando en el pequeño restaurante de la posada me regué un plato de leche sobre mi chaqueta de jean y tuve la necesidad de cambiarme. Acabamos de desayunar primero, claro, pero después fuimos al cuarto en el que nos quedamos (yo dormí en el sofá ya que Eva pagó el hospedaje) y allí nos dimos cuenta que no solo no tenía otra chaqueta para reemplazar a la víctima de mi torpeza al comer, sino que no teníamos nada más que vestir. Mi respuesta a este predicamento fue tomar unas tijeras que estaban en la habitación y cortar las mangas de la chaqueta, después de todo en Sudamérica debía hacer calor, y solamente las mangas recibieron un daño notable por la leche. A Eva no le fascinó mi idea, me llamó torpe, y me forzó a pasar la tarde de ese día, sufriendo el calor de Ciudad Altamirano, esperando con Arturo en la entrada de muchas tiendas de ropa que todavía me sorprende hayan podido recibir la tarjeta de crédito de Eva. Y lo peor de todo era que no me podía quejar, al fin de cuentas, Eva me estaba comprando ropa nueva sin que yo se lo hubiera pedido. Y a caballo regalado no se le miran los dientes.

Después de todo el incidente, nos subimos de nuevo al Jeep, fuimos a llenarlo de gasolina y volvimos a tomar el camino hacia el puerto de Zihuatanejo. Era el turno de Eva de poner su música, cosa que me espantaba terriblemente, pero que al final resulto no molestarme en los más mínimo. Su música estaba compuesta por todas las canciones que todo hombre conoce, disfruta y oculta disfrutar a toda costa. Canciones de Cascada, Kelly Clarkson, y por supuesto Disney, nos acompañaron a lo largo de las autopistas del estado de Guerrero durante todo el día y también durante toda la noche que tuvimos que pasar en el tráfico sin nunca realmente llegar a enterarnos si es que sucedió un accidente o algo de esa naturaleza. Por suerte, y más que nada por la bondad de Eva yo dormí gran parte del tráfico en la parte de atrás del Jeep, aprovechándome del pelo de Arturo. Ella insistió en que yo había conducido sin parar todo el camino hasta ahora, y que lo mínimo que podía hacer era ocuparse de la parte tediosa. Yo no quise aceptar su oferta, pero había algo en Eva, una autentica amistad, o cariño,  o un no sé qué que me forzaba a aceptar sus favores. Y por este efecto de ella me terminé recostando junto, o mejor dicho sobre Arturo, pensando en la mujer de los ojos oscuros y preguntándome en dónde se suponía que iba a encontrar mi corazón, si es que lo encontraba.

Por más que toda mi vida he sido un vago, siempre he sido de sueño ligero. El más mínimo movimiento o sonido siempre me ha logrado despertar, y por esto fue que un desafortunado resoplo de Arturo logro despertarme en la mitad de la madrugada todavía en este tráfico mexicano. Abrí mis ojos delicadamente y no moví un músculo, pretendiendo volverme a dormir. Pero mi atención se la llevo la voz de Eva que preguntaba si ya me había quedado dormido. Decía que le gustaba hablarle a la gente cuando dormía por que solo ahí la gente escuchaba sin poder responder y solo ahí podía decir las cosas que no se quería guardar, pero que le daban miedo decir en voz alta. Yo me quedé inmóvil y cerré mis ojos en caso de que Eva volteara a verme entre sus frases. Lo más apropiado hubiera sido decirle que estaba despierto, que la escuchaba y que lo mejor que podía hacer era callar, pero no lo hice. Quería escucharla y quería saber lo que me iba a decir. Yo en nuestra adolescencia más de una vez sospeche que ella sentía interés por mí, y más de una vez consideré posible sentir algo por ella también, pero nunca lo confirmé. Tal vez finalmente podría confirmar mis sospechas, poner en práctica mis consideraciones, y tal vez así, allí en la mitad de la autopista de guerrero encontraría yo mi corazón. Eva continuó hablando y dijo cosas como que era muy tonto extrañar a alguien cuándo había hablado con esa persona hace tan poco tiempo, y que ella sabía que podía verme si quería, pero que era su propia decisión no hacerlo, para poder así extrañar. Después guardó unos segundos de silencio y cambió su tono de voz. Preguntó si estaba despierto, y mi corazón se helo. Agarre un poco fuerte a Arturo y en voz alta le pedí perdón. Eva volteo a verme con cara de sorpresa y con su teléfono en su mano izquierda.

-No te preocupes.- Me dijo. -Mi amor por Luis Esteban no es secreto, y fue culpa mía que me escucharas.-

No le respondí nada, ¿Qué podía decirle? ¿Pensé que hablabas de mí, pero no te preocupes? no. No podía decir nada, murmuré unas palabras que fueron incomprensibles a propósito y respiré fuertemente. Eva le dijo a su teléfono que no había sido nada, que Daniel había hablado dormido, pero que era mejor que colgara. Le mandó un beso a su hombre y dijo unas palabras muy bajito, seguramente para que no la oyera yo. Pero claro que la escuché, y acepté para mi mismo que si esas palabras me las llegaba a decir alguien a mí, esa persona tendría e iba a ser la mujer de los ojos felinos oscuros. El día siguiente desperté todavía en la parte de atrás del Jeep, cerca al mediodía pero sin la compañía ni de Arturo a mi lado, ni la de Eva en el puesto del piloto. Me bajé del carro para darme cuenta que estaba en un estacionamiento frente al mar. Caminé hacia lo que parecía un restaurante de muelle y allí encontré a Eva bebiendo agua con hielos con una pajilla, y girando unos lentes de sol que parecían finos en su mano derecha. Me acerqué a ella, saludé a Arturo que estaba amarrado a las patas de la mesa y recibí los lentes que Eva me ofreció al instante.

-Un regalo de Luis Esteban.- Me dijo orgullosa. -Esta agradecido por que me sacaras de la casa mientras él regresa.-

Tomé la correa de Arturo, bebí un poco de agua, y me fui sin agradecer los lentes (que todavía uso en toda honestidad) a preguntar los detalles para embarcar a nuestro siguiente destino. Afortunadamente llevaba a Arturo conmigo, ya que el encargado del día lo vio y me preguntó si pensaba llevar "a ese perro también".  Pues para hacerlo necesitaba sacar un "permiso internacional" y necesitaba "los documentos del animal." Experimenté el sentimiento que siente un adolescente cuando pide prestadas monedas para poder comer algo de la maquinitas, y esta se queda atorada en los odiosos aros negros, robándose así el dinero y las esperanzas de un joven.

Saqué mi teléfono de mi bolsillo y vi con desprecio todas las llamadas perdidas de Carlos. Era momento de llamarlo de regreso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario