martes, 19 de noviembre de 2013

Romance

Caminas por un enorme terreno desierto sin rumbo definido. Caminas compulsivamente, buscando con la mirada algo que no sabes que quieres. Caminas sin saber qué es el tiempo, rodeada por mucha gente que camina de la misma manera que tú. Mueves los ojos nerviosamente, cruzas tu mirada con la de cientos de hombres y te mareas; más de una vez crees haber encontrado la mirada que necesitas pero este hombre no se siente así respecto a ti.

Sigues caminando y llegamos al terreno un grupo gigante de personas igual de perdidas, igual de mareadas, Nos ponemos a caminar compulsivamente y tú al igual que las otras personas que ya llevaban mucho tiempo allí, te sientas en el piso. Mi mirada se cruza con la tuya y encontramos una paz temporal, una paz que nos indica que tenemos un camino que debemos caminar. Te levanto del suelo y me aprietas la mano con fuerza, ahora caminamos juntos, pero realmente no somos pareja, es uun romance.

Por algún motivo al juntar nuestras manos sabemos a donde ir, caminamos por el desierto y nos damos cuenta que no somos los únicos dirigidos a allí donde queremos ir. En el camino a veces no te escucho, a veces tú no me escuchas a mí. Esto hace que nos caigamos, que nos golpeemos y que a veces no quieras seguir. Mas de alguna manera nos levantamos y seguimos adelante, aprendiendo de los motivos por los que nos caímos en primer lugar. Seguimos en el camino hasta que ya no podemos avanzar más, nos detiene una enorme grieta frente a nosotros.

Te digo que quiero saltar a la grieta, pero tú no quieres. Me dices que te da miedo, pero yo no entiendo. Vemos como llegan la mitad de las parejas que nos encontramos en el camino y saltan juntos. Te digo que por algún motivo entiendo la grieta. Entiendo que solo se puede saltar en ella si se salta en pareja. Te digo que es posible que en la caída nos separemos o que al llegar de pronto ya no querremos seguir, pero que siempre y cuando saltemos agarrados de la mano, la caída, la sobreviviremos. Me miras con duda en tus ojos y salto a la grieta sin soltarte la mano, pero tú te frenas en la orilla. Tus pies se clavan en la tierra, mis pies flotan en el vacío. Tu fuerza no es suficiente para sacarme de la grieta, yo no soy capaz de obligarte a caer. Te digo que puedes atreverte a saltar conmigo, que puedes dejarme ir, o que podemos quedarnos inmóviles y morir así.

Pasan tres días y todavía no decides, el cansancio se ve en tu cara.

Me dejo caer y tú te regresas a la caminata sin rumbo.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Depresión licántropa

Rubén camina por las calles de su ciudad mirando los altos edificios que reflejan el ocaso del sol y revisa que solo lleve puesta su ropa más barata. El sol termina de meterse; la luz de los edificios no permite ver ni la noche ni a las estrellas, pero Rubén sabe que la noche está comenzando.
Rápidamente Rubén corre a un callejón, se quita sus zapatos, se agacha y sale del callejón con cuatro patas y una cola. Él llevaba todo el mes esperando la luna llena para tener esa noche sin preocupaciones humanas. Nada de mujeres rechazando, nada de trabajos atrasados, nada de limitaciones físicas, esa noche solo era pelo, sangre y saliva.

Rubén camina sigilosamente por las aceras con la cabeza gacha. Con la nariz encuentra el rastro de dos jóvenes mujeres y lo persigue a gran velocidad. Al encontrarlas siente la adrenalina recorrer su cuerpo, siente la saliva entre sus dientes y la tensión en sus dedos. Rubén está listo para el primer ataque de la noche. Una de las dos jóvenes voltea a mirar atrás por puro vicio y nota a Rubén. "Pero mira que perro tan hermoso" le dice a su compañera. "Sí, parece ser una mezcla entre un husky siberiano y un pastor alemán." Responde la compañera. Las dos jóvenes se agachan y estiran sus brazos en dirección de Rubén intentarlo hacer acercar para acariciar su sucio pelo. Rubén no entiende por qué estas jóvenes no le tienen miedo y se comienza a enojar. Cuando él es humano nadie le teme, pero cuando es licántropo la gente que lo ve grita hasta que la luz abandona sus ojos, no se vale que estas niñas no le teman. Rubén no puede con su desespero y salta con sus fauces abiertas en dirección del brazo de la joven que estaba más cerca. Esta se da cuenta del ataque y de su bolso rápidamente saca un gas pimienta con el que ciega monetariamente a Rubén, no sin mucho dolor.
Rubén escucha como las niñas se alejan y se intenta sobar los ojos con sus patas para pasar el ardor. El último mes realmente no ha sido el mejor para el pobre Rubén.

Rubén, todavía un poco ciego ahora camina por las zonas familiares de la ciudad. Él se acuerda que entre estos jardines decorados habitan dos licántropos más. Orina en un teléfono público nada más por el gusto de hacerlo y comienza a buscar el olor de sus compañeros de enfermedad. Una vez que encuentra el rastro los sigue con alegría dando zancadas de la emoción. Rubén cuando es humano no tiene muchos amigos, no tiene ni uno solo. Pero cuando es lobo los tiene a estos dos... o los tenía, ya que cuando los encuentra uno de sus amigos esta encima de la otra loba imitando a los humanos que con su cuerpo demuestran su amor. Rubén se va en silencio para que no lo noten y se dirige hacia el bosque de la ciudad, un bosque famoso por ser el más frío de la nación.

Rubén está triste, camina por el bosque con sus orejas abajo y con sus sueños entre sus patas. Rubén como humano no era nadie, pero como lobo era del mundo el señor. Pero esta noche no era así, esta noche Rubén no era nadie y ni una cola, dos orejas, cuatro patas y mucho pelo eso podía cambiar.
Rubén encuentra una ladera, la sube y levanta su hocico. Baja más las orejas, cierra los ojos y aúlla su tristeza, como lobo puede cantar mucho más bello de lo que cualquier humano podría esperar. A su aullido se suman decenas de gritos de lobos de todo lugar. Rubén traduce estos aullidos y escucha "no eres de aquí", "regresa a tu hogar", "aquí solo cantas si eres animal."

Rubén camina de regreso hacia su casa con la cola entre las patas y se comienza a insultar. "Licántropo idiota, ¿por qué pensaste que la luna te iba a ayudar?" "El mundo de hoy en día no es para hombres ni para lobos. Este mundo es para esa raza especial de humanos que no tienen noción del bien ni del mal." "No seas hombre, que eso da asco. No seas lobo, que no eres digno. No seas ambos, que la naturaleza dice que eso está mal. No seas nada, te tienes que valorar." Rubén llega a su casa y una vez adentro mira por la ventana. Piensa en como habría sido ser un licántropo siglos atrás y su cola comienza a moverse. Rubén mira el sol, el efecto del gas pimienta está acabándose del todo y por primera vez después de una luna llena se llena de ansias de ver al alba. Como lobo había tomado una decisión, pero solo como humano la podría llevar a cabo.

Rubén, no sabía que esa noche sus dos amigos murieron atropellados por un camión lleno de productos de alto colesterol. Rubén no sabía que él era el último ser de naturaleza superior. Rubén vio salir al sol y con un pequeño paso hacía el alba al último licántropo de la historia asesinó

sábado, 5 de octubre de 2013

Otro muerto

Él va manejando su carro con sus ojos cansados de luchar contra las lágrimas, y la música que segundos atrás le daba esperanza ahora lo hace sentir mal. Él se siente triste, pero la gente lo llama creativo. Él se siente imbécil, pero la gente le dice que tiene buen corazón. Él va conduciendo por una zona de la ciudad que él no dominaba mucho y se mete sin darse cuenta en contravía por una calle pequeña y oscura.
Al final de la calle él puede ver como se aproxima un camión a gran velocidad y él sabe que eso lo podría matar. Pero él es orgulloso, y una niña lo acaba de hacer sentir muy mal. Él no va a permitir que este camión lo haga detenerse aunque él sea quien esté mal.

Él ve como el camión se acerca y lejos, en la India está el único sobreviviente de un accidente de avión cortándose las venas con un fragmento de ventana rodeado por los cadáveres de sus tres hijas.
Él escucha como el camión comienza a tocar la bocina con desesperación y en Bogotá hay un ratero apuñalando a una joven de diecinueve años que no tuvo dinero para dar.
Él ve como los dos vehículos no van a poder frenar a tiempo, y una mujer en Miami llora por su aborto espontáneo.
Él siente el sudor escurriendo por su frente y un esquiador se cae de los Pirineos pintando la nieve de rojo natural.
Él sabe que en ese momento puede morir, pero él sabe que su muerte no afectará a nadie.
Él tiene pocos segundos para que llegue el impacto y por su desamor no le tiene miedo a morir.
Él cierra los ojos y se sale del camino con un timonazo, salvando su vida y arruinando su muerte.
Él estuvo cerca de la muerte y supo que muerto sería como todos los demás.

Él llega a su casa, decide seguir con su vida y hasta de pronto ir a alguna institución para hacer servicio social.
Él se da un baño, se cepilla los dientes y borra las fotos de ellos dos de su celular.
Él de repente se siente tranquilo, cierra los ojos y se dispone a descansar.
Él esa noche muere a causa de una fuga en las tuberías del gas.

martes, 3 de septiembre de 2013

Sobredosis

Estas acostado cuando comienza el mareo. Los colores ya no se ven como se veían antes y ni tu mente ni tus sentidos tienen la menor idea de que es real y que no lo es.
Te levantas de donde estás y sientes un poco de nauseas. Supones que es normal, así que nada más sigues caminando hacía el espejo más cercano. Una vez frente a este, te ves la cara y te detienes con asombro. No recuerdas cuando fue la última vez que viste tu cara con este filtro, tan clara, tan definida, tantos poros y tantos colores. No puedes negar que el humano es algo extraordinario, pero eres consciente que esto no significa necesariamente bueno.
Te sientes sucio, sientes cada pequeña molécula de piel muerta sobre ti y te sorprendes por tu capacidad de percibir esto. Necesitas bañarte, no hay forma de quitarte esta idea de la cabeza más que con agua y con jabón, por lo que buscas una bañera (la cual encuentras casi inmediatamente) y te introduces en ella.

La bañera está vacía, esa es la idea. Quieres saber como se siente sumergirse poco a poco en agua en este estado tan extraño para ti.
Ya cuando el agua está alrededor tuyo, tu mente es azotada por ideas y preguntas. Esto realmente no te sorprende, ya habías considerado la posibilidad de que este estado en el que te encuentras te llevara a preguntar cada pequeña cosa y divagar por cada camino imaginario que te pudieras inventar.
Sales del baño, te secas sintiendo la áspera toalla y buscas ropa para cubrirte. Normalmente te demoras mucho en vestirte; combinando colores, tonos, texturas y ángulos. Pero ahora no, en este estado tu concepto de la belleza y de la estetica es algo demasiado complejo y la satisfacción es algo inalcanzable. Te pones una camisa morada oscura (ese color parece bonito) y unos pantalones opacos. Sales a la calle y sientes la brisa en tu cabello todavia húmedo. El viento se siente distinto, como que huele a viento, cosa que antes nunca habría tenido sentido.

Mientras caminas y sientes como el sol calienta más entre más alto está, te cruzas con decenas, centenares de personas. Por primera vez en mucho tiempo te fijas en todas sus caras. Notas que la mayoría de la gente no sonríe, todo el mundo aparta la mirada y la gente bonita siente tiene cara de miedo. Esto te entristece, error fatal. En el estado en el que te encuentras la tristeza crece como maleza y  es igual de difícil de matar. Necesitas sentarte, estás melancólico, estás triste, estas arrepentido de tu estado. ¿Por qué estás en este estado? ¿en que momento pareció una buena idea?
Ya habías escuchado de muchas personas que estar en este estado los llevo a la ruina, pero la maldita presión social, la maldita curiosidad.
Cediste, cediste porque la gente te dijo que lo hicieras. Todo iba bien hasta que antes de dormir, las voces de todo el mundo te hizo inyectarte esa sustancia. Todos dijeron que se sentía muy bien ¿y por qué mentirían? Pero ahora, envuelto en el gris del mundo, en una banca de la ciudad más genérica de la historia ya eres adicto. Ya lo necesitas para sobrevivir. Ya es cuestión de orgullo.

Mira, ya la cagaste. A estas alturas no tienes vuelta atrás, así que aunque sea hazle un favor a alguien más. No compartas la sustancia, no crees más adictos.
Prometete a ti mismo que desde este momento no dejaras que nadie pruebe la sobriedad.
La sobriedad mata, carajo, y mata lento.

lunes, 26 de agosto de 2013

La niña de la luz

Hay unas mujeres que son como árboles,
Se encuentran altas y tranquilas en todo lugar.
Hay otras que son como estrellas,
Se ven bonitas de lejos pero, no todos las quieren alcanzar
Hay mujeres que nos deleitan con su belleza, otras con su personalidad.
Hay mujeres que son una mala experiencia, tampoco podemos generalizar.

Hay una niña que es como un cometa, más como una pequeña luz, al decir verdad.
Es de esas personas que a veces se visten de tormentas.
Se ven intimidantes, se ven tenebrosas. Pero se ven hermosas si uno se detiene para poderlas admirar.
Esta es una niña que como luz puede ser confusa, difícil de interpretar.
Pero como luz también es adictiva, para los insectos que nos atrevemos a observar.

La niña de la luz es fascinante.
La niña de la luz es espectacular.
La niña de la luz es cegadora.
La niña de la luz te reta a ver de que eres capaz.
La niña de la luz te hace pensar en flores.
La niña de la luz hace que se vea peor todo mal.
La niña de la luz es intrigante.
La niña de la luz te logra hacer dudar.
La niña de la luz me tiene medio atrapado.
A la niña de la luz me va a tocar alcanzar.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Uno que casi no escribe poemas

El único problema con los cuentos es que no son poemas.
Y uno que casi no escribe poemas termina siendo cuentista.
El problema del cuento es que no es poema.
Y al no ser poema, el cuento es eterno.
El problema de lo eterno es que la gente no lo cree.
Hay quien duda del tiempo, hay quien no cree en el cielo.
El problema del cuentista es que no es poeta.
Por más que el poeta pueda ser quien quiera.
El reto para el cuentista es que la gente después de un tiempo todavía le crea.
Que la gente le crea, que para él una mujer puede ser un poema.
Los cuentistas tal vez viven creando mundos de aventura.
Pero la gente les atribuye aventuras con certeza.
Mi problema es que no me creo cuentista.
Pero soy más cuentista que poeta.
Mi problema es que mis palabras que quieren ser poemas.
Las ves como puro cuento; como pura carreta.

sábado, 10 de agosto de 2013

La niña de las flores

A mí me gusta mucho la ciudad en la que vivo.
Es una ciudad en la que nunca pasa nada, pero esto la hace hermosa.
Cuando no te preocupas por eventos importantes, gente famosa o cosas así, es muy fácil concentrase en las bellezas mundanas. Caminas por las calles mirando lo bonitos que son los arcos de las casas, el diseño de las puertas y las niñas que salen a hacer mandados y te sientes feliz. Aunque sea esto me sucede a mí.

Mi trabajo también me gusta mucho, es un trabajo que mucha gente tal vez no considere un trabajo real, pero me pagan por hacerlo y requiere mucho esfuerzo tanto físico como emocional.
Todos los días, desde que el alcalde me asignó esta labor, tengo que ponerme ropa clara, alguna especie de sombrero y tengo que salir en bicicleta a través de toda la ciudad a desearle buenos días a cada persona que vea. Este trabajo hace que la gente se sienta de buen humor, produzca más y esté más sana.

No estoy seguro de por qué este trabajo se me asignó a mí. Puede ser que me lo asignaron porque a la gente le gusta mi sonrisa, o porque conozco muy bien las calles de la ciudad. También puede ser que cuando buscaba trabajo no quedaba ni uno solo que asignarme y se inventaron este para que no acosara, quién sabe. Lo importante es que mi trabajo me gusta y me da una oportunidad muy particular. Me permite ver la ciudad a diario, notar los pequeños cambios que se hacen a diario en las calles y en la mayoría de los casos, puedo apreciar las cosas más que los demás. No sé de alguien más que haya tenido la oportunidad de ver como una ramita que comenzó a crecer en el muro de una casa abandonada, poco a poco fue creciendo hasta volverse en una espectacular enredadera.
Supongo que se me puede considerar una autoridad en eventos triviales.

Pero bueno, el evento trivial del que les quiero hablar es uno que me tiene intrigado desde hace unos días. Se trata de la niña de las flores.
Antes de ver a esta niña, yo creía conocer a todos los habitantes de la ciudad. A todos los habitantes excepto a ella, los saludo a diario por primer nombre, y normalmente puedo preguntarles sobre algún evento que está sucediendo en sus vidas. Pero siempre que paso por esa esquina tan cercana a mi casa, en la que la niña siempre se para con centenares de flores. Intento enfocar la mirada y reconocer a la muchacha que pareciera hacer un trabajo parecido al mío, todos los días regalando flores a la gente que pasa por allí.
Pero sin importar cuanto me esfuerce, no logro identificarla, no le veo parecido a nadie y a decir verdad me siente un poco aturdido por esa belleza que no es común en nuestra ciudad tan promedio.
No digo que en nuestra ciudad no se vean mujeres bonitas, porque hay muchas. Pero esta en particular tiene algo extraño, tiene una clase de belleza que cuando la ves, sientes una fragancia, y si piensas en ella esa fragancia aparece justo bajo tu nariz.

La niña es intrigante de muchas maneras distintas. Uno creería que la niña regala las flores a diario porque esto la causa alegría, ¿no? Pero en el caso de esta niña, nunca la he visto sonreír al regalar una flor, nunca parece satisfecha con lo que hace. De hecho, la única vez que la vi sonreír, fue en una ocasión en la que una mujer parecía ofendida, e insistía en regresarle la flor que le había regalado a su hijo. La niña no le respondía nada, no le aceptaba la flor, solamente sonreía con un brillo en los ojos.
Otra cosa muy confusa respecto a esta niña, es que las flores que regala no parecen tener ningún patrón.  Todos los días regala flores distintas y aparentemente al azar. Regala rosas, claveles, tulipanes, aves del paraíso, margaritas, orquídeas, lilas, girasoles, arreglos de flores, e incluso coronas. La verdad estas flores logran que la ciudad se vea más linda. Cuando la gente recibe flores a diario, no se atreve a deshacerse de ellas y se queda sin lugares para ponerlas. Por lo que las pone en ventanas, escaleras y hasta dentro de buses.

El mismo horario de la niña es algo que no puedo definir. Siempre que salgo de mi casa está allí, pero cuando regreso ya se ha regresado a quien sabe dónde. Yo sé que esta ciudad tiene trabajos raros (como el mío), pero por algún motivo me queda difícil creer que la alcaldía haya asignado a una niña la labor de regalar flores a diario. Y además me intriga la causa por la que la mujer, tan complaciente que es normalmente, se ofendió tanto con una simple flor. Nunca antes me he saltado un día de trabajo, pero creo que pronto tendré que hacer la excepción.

En este momento estoy acostado en mi cama, con mis brazos detrás de la almohada en la que estoy apoyando mi cabeza mientras pienso en la niña de las flores. ¿Por qué hace lo que hace? Probablemente lo hace para que la ciudad se vea más bonita. Pero, ¿De dónde trae las flores? ¿Cómo consigue tantas en tan poco tiempo?
Yo soy una persona poco curiosa, no suelo hacerme muchas preguntas, y tantas preguntas me acaban de marear. Mejor me voy a dormir.

Estoy sentado en un café en desde el cual puedo observar a la niña de las flores. Hoy solo parece traer arreglos. La gente se me acerca a desearme los buenos días y se aleja ofendida cuando notan que hoy esta no es mi prioridad. Hoy es el día de la niña de las flores.
Llevo horas sentado en este café y me siento raro, normalmente estoy pedaleando. La niña de las flores acaba de entregar su último arreglo y se retira con cara de no tener nada en mente. Esto me emociona mucho, me levanto de mi mesa dejando un poco más de dinero que el que debo y me subo a mi bicicleta. La niña de las flores parece notar que la sigo, pero no parece importarle, seguramente piensa que estoy haciendo mi vuelta de todos los días. Sigue caminando hasta quedarse quieta en una equina, me veo forzado a seguir derecho para no dejar tan evidente mis intenciones y comienzo a darle la vuelta a la manzana para poder verla desde la esquina opuesta.
Para cuando llego a la esquina la niña no está, pero un pequeño bus enciende su motor y solo me queda asumir que la niña se acaba de subir a este. Sigo al bus en mi bicicleta, cosa que me queda muy fácil por lo acostumbrado que estoy a montar todo el día y noto que se detiene minutos después frente a un cementerio un poco fuera de la ciudad. La niña de las flores se baja y abre una pequeña casa dentro del cementerio. Seguramente vive allí.

Así que la niña vive en un cementerio, esto tiene sentido. Como el cementerio queda fuera de la ciudad nunca había tenido la oportunidad de verla. Pero resolver esto no es suficiente para calmar mi curiosidad, así que me quedo sentado entre los muertos esperando que la niña salga otra vez. Menos de una hora pasa y la niña sale de su casa con una gran canasta vacía. Camino detrás de ella sin preocuparme por lo evidente de mi persecución y notó como en cada lapida con una o más flores se detiene unos segundos para tomar la flor y ponerla en la canasta.
...Huh...
Curiosamente ese delicado sonido es el que llama la atención de la niña quien me mira y me explica con una voz dulce que los muertos no necesitan flores, y que la gente que las deja no lo hace con verdaderas intenciones. Que si realmente tuvieran intenciones más que aparentar volverían a revisar las flores de vez en cuando, o a echarles agua. Me siento enfermo y regreso a mi casa para dormir.

Me despierto y salgo a desearle los buenos días a la ciudad. Pero cada vez que veo una flor de la niña me siento mal y tengo que parar. Es increíble como cosas tan hermosas pueden crear tanto malestar, es increíble que días atrás no me importaba de donde vinieran las flores y ahora su origen me retumba en la cabeza.

Agh... Creo que me va a tocar renunciar.

domingo, 30 de junio de 2013

El coleccionista de encendedores.

La vida de Gabriel se basa nada más en una cosa, se basa en coleccionar encendedores.
Gabriel no es muy tímido, no es muy social y por sobre todo no es un artista. A él le gusta fumar, pero no por como se ve, no por como se siente y mucho menos por como sabe el tabaco quemado; Gabriel disfruta fumar porque eso le asegura tener un constante ingreso de encendedores vacíos. Cuando él se compra una cajetilla de cigarrillos le pide al cajero que le dé un encendedor del color que más represente algo. Algunos días este algo puede ser alegría, otros días puede ser frío, una vez fue sueño y normalmente es llanto. Gabriel no llora, no mucho aunque sea, pero siempre está en llanto. El coleccionista de encendedores es capas de llorar sin lágrimas y sin sal en la boca, es capaz de llorar a ojo seco cada vez que observa sus encendedores alineados en su pared, tanto en columnas como en hileras.

Gabriel ama sus encendedores, ama lo que representan para él. Pero no se pelea por ellos, ni siquiera cuando sus amigos bajo el efecto de drogas mundanas como el alcohol o drogas más pesadas como el LSD los rompen con la intención completamente banal de destruir algo frágil.
 Cuando esto pasa, Gabriel se espera a que todos se vayan de la escena del crimen y con sus manos, intentando no cortarse (para no manchar con sangre el colorido vidrio) examina uno a uno los fragmentos de sus amados encendedores para quedarse con los más apropiados. Solo él sabe juzgar cuales son los apropiados. Incluso cuando sus amigos ven los encendedores apilados uno sobre otro, lado a lado, en secuencias indefinidas colgando entre un marco de madera, atrás de un cristal protector, normalmente se quejan de como esos pedazos rotos degradan la llamada "obra de arte." Gabriel no se molesta por eso, claro, él sabe que esos pedacitos rotos, deshechos, abandonados y maltratados, son lo que forman su decoración, la cual él no llamaría arte.

Poco a poco Gabriel disfruta menos fumar. Su respiración ha envejecido, su cuerpo entorpecido y sus dientes han perdido su esmalte. Sus dedos están deshechos, tanto por las manchas amarillas creadas por los venenosos cilindros como por las cortadas creadas al recoger los pedacitos de vidrio colorido que él tanto aprecia. Pero él no se preocupa, él sabe que pronto dejara de fumar.
La gente, mejor dicho, su familia y sus amigos. Constantemente le dicen que eso no es cierto, que lleva fumando años y que si no ha parado antes no tiene por qué parar ahora. Él les dice que lo que pasa es que su colección ya casi está lista. Cosa que ellos por supuesto no entienden, ellos no conciben que su colección de repente esté lista. Ellos ven que Gabriel recoge cientos de encendedores rojos, solo recoge los verdes cuando están rotos y según ellos nunca se ha llevado uno amarillo, en sus ojos no hay manera que estas sean decisiones calculadas y que pronto su plan estuviera completo.

Gabriel les dice a sus necias compañías, sosteniendo un cigarro en la mano derecha y un encendedor rosa en la izquierda, que aquel cigarro que en ese momento tiene va a ser el último quieran creerlo o no.  Ellos ya no quieren cuestionarlo ni preguntarle nada, desde que comenzó a coleccionar sus encendedores él no ha sido el mismo y ellos lo sabían. Gabriel dio su última calada de humo y tiró su encendedor rosa al suelo para recodar lo frágil que es todo. Para recordar que la vida es efímera y que por eso no se deben buscar palabras complicadas. Gabriel mira a sus pies y nota como un fragmento de vidrio rosa tiene una forma un poco triangular, un poco corazonada, un poco rota y un poco perfecta. Se agacha y sonríe para después correr hacia su casa donde finalmente terminaría su colección.

Gabriel llega a su casa y cierra la puerta atrás de él respirando pesadamente esperando que nadie lo haya seguido, este era su momento. Tose un poco y baja el cristal que cubre su colección que ha trabajado durante décadas para sonreír al ver que el espacio que le falta por llenar tiene la forma un poco rota y un poco perfecta que tiene el pequeño vidrio en su mano. Gabriel se acerca a la colección, toma el pedacito de vidrio y completa su obra, llora un poco con lágrimas de verdad y acaricia a su amada. Gabriel se aleja un poco de la colección de encendedores que hasta ahora nadie le había visto forma y nota como había logrado replicar exactamente la cara de su hermosa Anastasia usando su propia técnica de collage. 

Gabriel pone el cristal protector de vuelta, descuelga el collage y se lo lleva a su cama, donde duerme acompañado por ella una vez más. Se despierta, finalmente se puede despedir de ella y lleva el cuadro a la casa donde a él le hubiera gustado vivir acompañado de Anastasia años atrás. Toca la puerta, la hermosa mujer abre, él la saluda, ella responde, él casi llora, ella no lo reconoce, él le regala los encendedores, ella agradece, él sonríe, ella cierra la puerta, él se retira y se come el primero de muchos chicles; dejar un vicio no es nada fácil.

viernes, 24 de mayo de 2013

Amnesia.

Nuestro sujeto se frota las sienes con los ojos cerrados, y al abrirlos no recuerda por qué se estaba frotando las sienes. No recuerda mucho la verdad, recuerda palabras y sus significados, pero solo algunas. Recuerda que no es un niño, recuerda que no es anciano, recuerda que no vive solo, pero no recuerda donde está.
Frente a él se encuentra una mesa con platos y comida que el no recuerda haber ordenado ni cocinado. En la mesa también hay una copa con un líquido morado que al probar le sabe amargo pero le da una sensación placentera de mareo. Al otro lado de la mesa hay una mujer, él la encuentra hermosa con solo verla, pero la mujer le está gritando mientras le sale agua por los ojos. Él se mira sus nudillos y los nota rojos, y en la mesa puede ver astillas que él deduce comparten su origen con el de las heridas en sus manos.
Nuestro sujeto le pregunta a su compañera por qué le grita, por qué le sale agua de sus ojos marrones y ella parece indignada. Nuestro sujeto no entiende por qué no recuerda a esta mujer pero si la palabra indignada. El color se le sube a la cara de la mujer y le grita que todo es por culpa de él. Él entiende esto y se para de la mesa con el claro objetivo de abandonar el lugar. La mujer le grita, le pregunta a dónde va, le pide que se quede. Él la ignora, él no recuerda el problema, él no entiende por qué ella quiere que se quede si según ella él es la causa de los gritos y del agua en los ojos.

Andrés carajo ¿a dónde vas? Le grita ella.

Él deduce que su nombre es Andrés, pero no está seguro por lo que no voltea, además la otra palabra que le gritó la mujer sonó muy fea. ¿Qué tiene una palabra que aún sin su significado puede sonar mal? se pregunta el sujeto. Pero él no recuerda la importancia de los significados ni de las respuestas, a él no le molesta ignorar cosas que no parecen tener mayor impacto en su ahora confusa vida. Él encuentra la salida del edificio y deja esos problemas atrás.
Una vez fuera del lugar, él recuerda algunos edificios, algunas direcciones, pero decide irse por las que son un misterio en su mente. Él siente un bulto en sus pantalones, al sacarlo encuentra una billetera llena de dinero. Él recuerda que el dinero es importante, pero no recuerda por qué. En su billetera también encuentra varios rectángulos de plástico con numeritos grabados por un lado. Él no recuerda para que son, pero recuerda que para usarlos necesita un código, el cual también olvidó por lo que nuestro sujeto simplemente los tira al suelo.

El sujeto llega a un parque y se sienta. Junto a él se sienta un hombre con vidrios frente a sus ojos que saca un cilindro de papel de una caja de cartón. Al prenderlo con fuego, el cilindro libera un humo que al pasar por la cara del sujeto lo hace sentir que necesita inhalarlo. El sujeto se acerca a su vecino y con mucho respeto le pregunta que es eso. El hombre le responde que es un cigarrillo. El sujeto le pregunta por qué él siente la necesidad de inhalarlo, y el hombre lo ve confundido para finalmente responderle que es un vicio. Nuestro sujeto le pide al hombre que si le regala un cigarrillo, el hombre sonríe y le ofrece la caja de cartón. Nuestro sujeto fuma uno y disfruta la sensación mas aborrece el sabor, no es capaz de entender por qué la gente se expone a fumar algo con un sabor tan repugnante. El hombre se ríe al ver la reacción del sujeto, y luego le explica que no solo sabe feo, sino que mata también.

Nuestro sujeto se levanta, se despide y camina de vuelta al edificio donde había despertado sin saber muy bien por qué. Ve los cuadritos de plástico en el piso y de repente recuerda lo olvidado. Recuerda el cigarro y siente ansiedad, recuerda sus cuentas bancarias y levanta las tarjetas. Recuerda su nombre, recuerda el nombre de la mujer, recuerda la relación con la mujer y recuerda las peleas que tenía con ella. Se mira las manos, con mujer, con dinero, con cigarrillos y con recuerdos, todo disponible. Nuestro sujeto recuerda los minutos que vivió ignorante, los minutos sin vicio, sin pelea, sin dinero y sin nombre. Nuestro sujeto corre rápidamente en dirección contraria intentando olvidar.

martes, 16 de abril de 2013

Un gato sin nombre

La vida como gato es rara.
la vida como gato sin nombre lo es aun más.
Nosotros los gatos nacemos con nuestros nombres felinos, que solo se pueden pronunciar en nuestro idioma y que no tienen traducción a ninguna lengua. Ni siquiera a la de las aves.
Pero una vez que recibimos un amo, olvidamos nuestro nombre y nuestro idioma. Para poder así conocernos por el nombre que nos da nuestro amo. A mí, mi amo no me ha dado un nombre.
No sé por qué mi amo es tan extraño, no solo no me ha dado nombre, sino que se puede ver sin esfuerzo lo distinto que es de los otros humanos. Incluso de los humanos que aman a los gatos.

Mi amo no tiene casa, lo que significa que yo no tengo casa. Mi amo tiene trabajo, pero no gana dinero, por lo que yo no tengo dinero. Yo no me sé el nombre de mi amo, y él no se sabe el mío. Nos llevamos muy bien mi amo y yo. Normalmente un gato no disfruta mucho pasar tiempo junto a su amo, pero creo que esto viene después de haber recibido un nombre, porque yo disfruto mucho caminar junto a mi amo. Caminando junto a mi amo recorro la ciudad y puedo ver a muchos otros gatos, todos con nombres, tanto felinos como humanos. Yo sé que mi amo me quiere, de alguna manera siempre consigue comida y si llueve mientras caminamos el me guarda debajo de su gabán. ¿Quién necesita un nombre cuando se tiene un gabán? Mi amo es bastante apuesto. Es alto, de piel oscura y ojos verdes. Su cabello es largo pero se ve limpio. A diferencia del mío que es corto y sucio. Mi amo tiene un mentón fuerte y hombros anchos. Su nariz es fina y su sonrisa amarilla pero alineada. Las mujeres en la calle suelen mirar a mi amo y sonríen, pero únicamente le hablan si ven que viene conmigo. Cuando ven que mi amo tiene un gato, se acercan y me comienzan a rascar el cuerpo. Me gusta mucho cuando me rascan detrás de las orejas y debajo del mentón. No me gusta cuando pasan mucho tiempo en la barriga, aunque esto no es muy común, normalmente después de unos minutos de haberme rascado mi amo le dice a la gente una de dos cosas.

Si mi amo ve que la persona quien me acaricia está en un buen momento de su vida; muy metida en una relación, obsesionada con su genial trabajo,  o estable económicamente. Se toca el ala de su sombrero y les desea un buen día. Pero si la persona parece estar en un momento en el cual acariciar al gato del hombre apuesto en la calle resulta siendo lo mejor de su día. Mi amo se quita el sombrero y le pide a la gente que saque de este lo que encuentren. Casi siempre encuentran atún en lata, casi siempre me lo termino comiendo yo; la verdad quiero mucho a mi amo. Después de ser sorprendidos por el truco, la gente hace una de dos cosas (No se por que los humanos siempre parecen hacer una de dos cosas), mucha gente saca de su bolsillo una moneda y se la da a mi amo, quien por supuesto la rechaza, si la aceptara no podría seguir practicando su arte. La otra cosa que hacen las personas es reír y aplaudir. Una vez que hacen esto mi amo me mete a mí al sombrero y yo desaparezco de allí.
Yo no sé muy bien que suceda cuando yo estoy en el sombrero, pero la realidad es que siempre termino dentro de un pequeño mundo lo más de peculiar. En este mundo hay muchos ruidos y muchos caprichos. Normalmente se pueden ver muchas ratas correteando por este mundo ruidoso y colorido. Yo como gato, como gato sin nombre no me puedo resistir a estas ratas y las comienzo a cazar. Primero cazo a las más delgadas, como para calentar los músculos y despertarme un poco. Una vez que tengo a una rata delgada en mi boca, esta desvanece en segundos y tengo que ir por otra, pero las ratas delgadas se acaban eventualmente.

Después de las ratas delgadas, ya calentados mis músculos, me voy tras las ratas más veloces. Están son las más divertidas de cazar, pues siempre cambian de dirección y de intención. Uno puede ver en sus ojos de ratas que planean joder a alguien y de repente se quieren joder a ellas mismas. Esas ratas son todo un caso... Bueno, normalmente no hay muchas ratas veloces, por lo que me las termino rápido. Una vez terminadas las rápidas, siempre voy tras esa rata. Esa rata grande que está en todos los mundos a los que voy y que siempre es gorda y perezosa. Siempre está sentada y me mira con soberbia. A mí me gusta primero saltarle a estas ratas por los lados, y después jugar con sus bigotes, pero esto nunca sirve (lo hago solo por diversión), lo que sí sirve es mirarla a los ojos y decirle, hola soy un gato sin nombre y me mandaron a comerte. Y digo esto porque yo creo que mi amo me manda a comerme a la rata grande; una vez comida la rata yo estoy fuera del sombrero y la persona que reía está llorando. Está siempre muy agradecida y animada, siempre dicen sentirse mejor, siempre dicen que era una tontería después de todo. Yo me siento muy bien ayudando a mi amo con sus servicios. Hace que mi vida sea más que la vida de un gato. Pues la vida como gato es rara, la vida como gato sin nombre es más extraña. Pero la vida de gato sin nombre de que trabaja para mi amo. Esa vida no es nada más rara, no es simplemente divertida. Es una vida en la que los problemas no son más que ratas y los sueños mundos. La vida de un gato como yo es seca, es alegre y está llena de caricias. La verdad una vida así solo es para alguien como yo. Solo es para un gato sin nombre.

domingo, 31 de marzo de 2013

Gracias por el fuego

Lo que pasa es que eran fuego.
Los días eran cálidos, el agua siempre estaba tibia. 
El aire siempre olía a seco, pero en la noche nadie sentía miedo.
Todo esto nada más por un poco de fuego.
Lo que pasa es que tus cabellos eran fuego.

Nunca le he temido al fuego; siempre le he tenido respeto.
A lo largo de mi vida al fuego lo he estudiado. Lo he observado, lo he tocado.
A veces me he quemado, a veces se me ha apagado.
Yo creía que yo ya entendía al fuego.
Te imaginaras mi sorpresa cuando descubrí que se podía disfrazar de cabellos.

Al principio no me di cuenta, ni siquiera tuve sospechas.
Sí. lo olí, lo observé, lo sentí. Pero no se sentía como fuego.
Pero esto no es digno de sorpresa. Si el fuego se tomó el tiempo de disfrazarse.
¿Por qué usaría un disfraz fácil de descifrar?
No, tu cabello podía parecer mucho, pero nunca asemejó al fuego.

¿Cómo sé que tus cabellos eran fuego?
Si no fue por su forma, si no fue por su movimiento.
La verdad las pistas no se encontraban en los rojos cabellos.
Se encontraban en los ojos que cambiaban de color.
Unos ojos llenos de luz, unos ojos cálidos, unos ojos peligrosos.
Unos ojos que decían, no me toques que quemo.
La clave estaba en la luz. En el brillo.
Tal brillo tan apasionante no podía venir de algo que no fuera el fuego.

Pero, ¿qué causa que alguien termine con una cabeza llena de fuego?
Tal vez un beso del mismo, tal vez un sueño apasionado, tal vez un pasado no muy ameno.
O es posible acaso, que nada cause que alguien termine con fuego.
¿Es posible acaso que el fuego nazca de seres con rojos cabellos?

Hasta hoy, no recuerdo nunca haber agradecido a alguien por el fuego.
Suena ridículo, ¿no? Agradecerle a alguien por esto.
Pero hay personas, en mi caso, una persona con cabellos que en realidad son de fuego.
Que logran que uno quiera agradecerles por todo, agradecerles el mundo entero.
Así que no necesito saberlo, no me confirmen, no me busquen consuelo.
A ti te atribuyo y te agradezco.
Que en mi vida haya existido fuego. 

domingo, 10 de marzo de 2013

La reunión

Estábamos sentados, todos en un circulo de sillas desplegables negras. Todos fumábamos, y todos nos veiamos más o menos igual. Todos nos habíamos dejado la barba, a ninguno de nosotros nos creció realmente bien, todos nos veíamos como si hubiéramos trabajado en minas de carbón durante horas.
Todos teníamos el cabello más o menos largo para un hombre, pero más o menos corto para una mujer.
Todos estábamos tristes, todos estábamos furiosos, pero cada uno lo demostraba de una manera distinta. Esta era más o menos la rutina en nuestras reuniones.
Uno de nosotros lloraba en silencio, mojando su cigarrillo en lágrimas y prendiendo uno nuevo. No pasó mucho tiempo hasta que él tuviera que pedirnos a los demás que le diéramos de nuestros cigarrillos. La verdad esto no nos afectaba mucho, todos fumábamos la misma marca.
El imbécil este que lloraba, no hacía más que hablar de arrepentimientos, debí hacer esto, debí hacer lo otro, le debí haber dado tiempo, a ella no le quedaba tan fácil como a mí.

Esto fue todo lo que se necesitaba para que uno de nosotros explotara de rabia acumulada y se desquitara con el pobre lagrimoso. El pobre se vio atacado con frases como, es que usted es medio idiota,  ¿cómo se dejó ilusionar? ella claramente no quería nada con vos... ¿Por qué hablaba de vos? Ninguno de nosotros hablaba de vos, y todos hablábamos más o menos igual. Otro de nosotros, el clásico niño del grupo que se cree cool y parece siempre desinteresado intercedió con un regaño hacía el lloriquetas y el enojón, pero el regaño se sintió como si estuviera dirigido hacía todos nosotros por igual. A ustedes lo que les falta es dejar la maricada. ¿Cuál es el punto de entristecerse, de enojarse? ¿Eso no la va a traer hacía ustedes o sí? Más bien agradezcan que tienen la experiencia y cigarrillos para revivirla. Y dejen de atacarse entre ustedes ¡Dios! se supone que vinimos aquí para hacernos sentir mejor.

¿Saben cuál es el problema? Dijo el tipo del que todos creemos se enamoro esta niña cuando nos conoció. Es importante resaltar que este hombre se juraba un profeta de su propia religión, y todos le hacíamos caso la mayoría de tiempo. Según él nosotros éramos más animales que la mayoría de la gente y en especial cuándo él estaba al mando. El problema es que nosotros, tenemos corazón de animal, de canino. Y por esto nos late más rápido. Ahora, dijo levantando los indices de ambas manos, como el corazón nos late más rápido. Nuestro mundo se mueve mucho más rápido al del humano promedio, com por ejemplo, el de esta niña. Ella nunca nos podría haber seguido el ritmo.
Esa es una excusa válida para callar al corazón, dijo ese tipo. Ese tipo que está en todos los grupos, el poeta. Este es el hombre que en cada una de las tutelas como estas en el mundo, tiene un verso que recitar, un órgano al cual apelar, ese imbécil que a todos nos ha convencido alguna vez de hablarle a una niña. De dedicar un poema, ¡de mandar un rosa, por dios! Esa es una excusa válida si queremos mentirnos a nosotros mismos. Si queremos negar el hecho que ella tiene un corazón con una cerradura más difícil a la que estamos acostumbrados. Yo digo que lo intentemos de nuevo.

Toda la sala se quedo en silencio demostrando desaprobación hasta que el más maduro de nosotros sugirió que fuéramos amigos con ella. Que en el mejor de los casos ella se arrepentía y en el peor nosotros ganábamos una buena amiga. Todos le tiramos tantos cigarrillos encendidos que creo que no volverá a hablar en mucho tiempo. Finalmente llegó el escritor, es decir yo mismo. Miró a los ojos a cada uno de estos seres y se dio cuenta de que todos sufrían. de que a todos les dolía, pero ninguno lo podía solucionar. En ese momento supo que era su deber recordarles quienes eran, lo que ellos podían hacer. Saco una maquina de escribir y redactó la reunión. Mientras él iba escribiendo a cada uno de los miembros de la tutela, estos iban descansando y volvían a sus roles diarios. El poeta volvía a su poesía, el espiritual a su yoga, el enojón a su critica social, el llorón a sus películas y el despreocupado solo siguió fumando.

Yo por mi parte, pues nada, aquí escribiendo. Mientras escribo de estos amigos míos, recuerdo que todos somos el mismo, que todos tenemos el mismo problema, y que para solucionarlo no es cuestión de escuchar a uno; no es cuestión de que uno resulte teniendo la razón. Si todos somos los mismos, todos debernos escucharnos, en nuestra propia manera todos tenemos razón. Aunque admito que todos me tienen cierto respeto, y que la decisión la tomo yo. No sé, escribo esto y sonrío, escucho a mis amigos con atención y escribo las últimas palabras. No tengo mucho más que hacer.

domingo, 3 de marzo de 2013

Lluvía de ideas

Tengo un par de ideas.
Como la de quererte como idea.
Como la de tenerte como idea.
Me gustas como idea.

Me gusta la idea de quererte.
Me gusta la idea de tenerte.
Me gusta la idea de abrazarte.
Comienzo a abrazar mis ideas.

Abrazo la idea de que seas música.
O de que seas ruido.
Abrazo la idea de que estés ausente.
O de que estés conmigo.

El amor es una idea.
Una idea que te pone en peligro.
El desamor no es más que otra idea.
Una idea de un ser maligno.

El mundo se construyó de ideas.
De ideas, de miedos y de amigos.
Las ideas se construyeron de sueños.
Algo así como mi sueño de estar contigo.

No tengo idea de que decirte.
Si Decirte que te quiero o si decirte que te admiro.
No tengo idea de que hablarte.
Si hablarte de poemas o si hablarte de libros.

No sé, pero te propongo una idea.
No tengas miedo, no sientas frio.
¿Qué tan loco sería pensar en la idea...
De mezclar tus amaneceres con los mios?

miércoles, 20 de febrero de 2013

Amigo guardian

Ojalá le pudiera decir. Pensé mientras Helena lloraba del otro lado de la mesa.
Pero ella todavía no ve las alas, si no ve las alas no le puedo decir nada.
Helena se sonó la nariz con una servilleta y se quejó del hecho que no podía existir un dios. Qué ningún dios dejaría que su vida se derrumbara de tal manera.
Le pasé otra servilleta y di una sonrisa forzada demostrando que no podía decir nada al respecto. Y es que ¿qué puede decirle uno a la persona que uno tiene que cuidar cuando claramente está en la mayor crisis de su vida? ¿Todo va a mejorar? Es posible que no sea así. ¿Estoy aquí para ti? Eso no le serviría de nada.

Después de un silencio incomodo, pagué por los cafés que habíamos bebido lentamente y dije lo único que le podía decir en ese momento para hacerla sentir mejor. ¿Te invito a tomar algo? Helena sonrío tristemente ante mi propuesta y nos paramos de la mesa. Como siempre dejé que Helena caminara frente a mí, últimamente las alas se me quedaban atoradas en las puertas y si yo iba adelante, Helena se extrañaría por el hecho que algo parecería evitarme avanzar. Era mejor que yo fuera atrás.
Una vez afuera, en la ciudad, camino a algún bar oscuro y barato. Uno se podía dar cuenta de lo lleno qué estaba el planeta de gente. Hombres, mujeres, niños, niñas, idiotas, putas, genios, princesas, y por supuesto gente alada. Claro, solo la gente alada puede ver a otra gente alada. Pero me resultaba impresionante como ninguna de las personas con alas parecían tener problema con estas, todos las llevaban limpias y no se les atoraban en ninguna parte. Yo en cambio no lograba pasar junto a un árbol sin terminar con hojas y ramitas ensuciando mis alas, las que no son fáciles de limpiar vale la pena aclarar. En ningún lado le enseñan a uno a limpiar sus alas, pero todos los demás las tienen blancas como perlas, ¿cómo hacen para lavarlas?

Ya en el bar, Helena se pidió un whisky con agua y yo un agua sin whisky. El alcohol era útil para conseguir alas, pero una vez que ya estabas alado el alcohol solo las ponía marrones y secas. No recuerdo cuándo fue mi última copa.
Helena volvió a hablarme de sus problemas y se detuvo un segundo para hacer énfasis en el hecho que ella no tenía más amigos aparte de mí. Y realmente no recordaba como me conoció. Yo si lo recordaba, pero no se lo iba a decir, eso no era parte del trato. Yo le dije que nos conocimos por azares del destino y ella dijo que yo era un imbécil por cuidarla, a lo que le respondí que solo era un imbécil porque solo así ella podría llegar a ser un ángel. Ella se río y me intento dar un beso.
La gente sin alas no nos puede besar a los alados. Esto no es una regla, sino un hecho. En el momento en el que sus labios debieron tocar los míos su boca me atravesó sin hacer contacto. Elle me miró sorprendida y me preguntó que pasaba. Yo le respondí que ningún dios podía permitir que ella me besara y ella me tiró su whisky violentamente. Si mis alas no estaban sucias antes, ahora seguramente estaban cafés.

Una vez que abrí mis ojos noté que Helena ya no estaba en el bar y salí a la calle para encontrarla en mitad de la calle llorando. ¡Helena! le grité y ella me levantó el dedo. No creo que me hayas entendido bien le grité y ella me preguntó que qué podía haber querido decir con eso. Yo le dije que yo sí sabía cómo nos habíamos conocido, pero que no lo podía decir hasta dentro de dos minutos. Ella me dijo que me fuera al infierno y yo le respondí que no era un lugar tan horrible.
Caminé atrás de ella y le dije que en treinta segundos podría explicarle cómo nos habíamos conocido. Ella se volteó y pude ver su cara. El maquillaje barato se le corría con cada lagrima que caía de sus ojos y su pelo parecía más frágil que el pétalo de una flor vieja. Su ropa llevaba siendo la misma durante meses y  había un poco de coca seca sobre su labio. Ver su cara tan hermosa y tan vulnerable me hizo llorar una lágrima de luz. Justo después comencé a contar, 5...4...3...2... ¿Por qué cuentas? preguntó y pasó el camión que acabaría con su vida.

Durante quince minutos mucha gente, morbosos, solidarios, aburridos, impresionistas, curiosos, policías, un conductor de camión, médicos y fatalistas. Rodearon el cadáver de Helena con ojos llenos de emociones distintas. Al final de estos quince minutos todos se fueron a seguir sus vidas. Una gente se llevó un cuerpo que creían tenía lo que quedaba de Helena y no hubo un solo ruido en la calle. Claro, al llevarse el cuerpo no se habían llevado a Helena. Ella estaba al mi lado llorando lágrimas de luz. Preguntando porque yo podía verla si ella estaba muerta y criticando que mis alas estaban muy sucias. Yo sonreí porque ella finalmente podía ver mis alas y le quite una ramita de las de ella.
Ambos nos levantamos en el aire hablando como viejos amigos y Helena me preguntó cómo nos habíamos conocido, le respondí que yo la había buscado, y ella me preguntó el porqué la había conocido entonces.

Para llevarte conmigo. Respondí.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Tu mundo

Vengo hoy con una invitación.
Una invitación a un mundo nuevo.
Un mundo donde nada brilla más que el fuego.
Un mundo donde un cigarrillo siempre sobra.
Un mundo donde una cajetilla nunca alcanza.
Un mundo donde el papel se hace de corazones.
Un mundo donde los corazones están hechos de papel rosado.

Por aquí del otro lado de las calles.
Uno medio muerto te piensa.
Uno medio vivo te sueña.
Uno medio bobo te espera.
Uno medio uno se empeña.

Te digo que este mundo te espera.
Te espera a ti y a tus lagrimas que no muestras.
Te espera a ti, a tu risa y a tus muecas.
Porque este mundo te quiere.
Porque este mundo te anhela.
Mira que este mundo esta aquí a la vuelta.

lunes, 4 de febrero de 2013

Rocko y el puma

Si atraviesas esa puerta, te encontrarás con mi amigo Rocko.
Rocko no es un hombre hermoso, fuerte o particularmente inteligente, pero Rocko es un hombre feliz.
Mucha gente suele pensar que Rocko quema hierba por la mañana y se emborracha por la noche y la gente asume que por eso vive feliz. Pero yo te diré la verdad.
Rocko no se mete ningún estimulante, ni consume depresivos. De hecho a Rocko no le gusta tomar café ni consumir azúcar porque eso lo hace sentir demasiado despierto para su gusto.
¿Qué te parece si abrimos la puerta para ver que esta haciendo Rocko? ¡Mira, está dibujando!
Bueno, como te decía, Rocko es un hombre muy feliz. Esto se debe a su trabajo, él ama su trabajo.
Rocko trabaja dibujando, y cuándo dibuja desahoga tanto sus rabias como sus tristezas. Por supuesto sus dibujos también tienen historias, de no ser así, no podríamos llamar sus dibujos caricaturas.
¡Ah, no te dije! Rocko tiene su propia caricatura. Él la escribe, la dibuja, la anima y le hace las voces. Es bastante buena, o pues a mí me gusta mucho, aunque solo he visto un par de episodios.

Bueno, bueno, te la explico. La caricatura de Rocko se llama Ricko el puma. Yo sé, el nombre se parece demasiado al de él, pero no le digas nada, es mejor si no se lo mencionas. El caso, Ricko el puma no sufre, él hace todo lo que se propone y lo hace sin ninguna dificulta. Claro, esto no significa que Ricko puede hacerlo todo, sino que Ricko nunca se propone algo que no puede hacer. Él sabe que es un puma y es feliz haciendo todo lo que los pumas pueden hacer. Sin embargo Ricko tiene un problema, hay una cosa que le gustaría hacer, pero por ser un puma no lo logra. Ricko quiere invitar a bailar a Paula la nutria. Sí... la nutria se llama igual que nuestra amiga Paula, y sí, el personaje se parece mucho a ella, ignóralo.

Volviendo a la historia, Ricko quiere invitar a Paula a bailar. Las nutrias bailan muy bien y disfrutan hacerlo tanto en la tierra como en el agua, pero los pumas no pueden bailar. Yo creo que es porque se paran en cuatro patas, pero Rocko nunca lo menciona así que considera ese detalle como ficción de fanático. La verdad no te puedo decir que termina pasando con Ricko y Paula, no he visto ese episodio, la verdad no creo que exista; pero no importa mucho. Yo creo que a la nutria le atrae mucho el puma, pero que el puma solo quiere comérsela. Te prometo que si algún día Rock hace un episodio que aclara todo esto y lo veo, te contaré que pasa.
No seas tonto, no puedes ver tú esta caricatura. No está, ni estará en ningún canal de televisión. Rocko la hace por gusto y por eso es feliz, como el puma.
... Esa es una buena pregunta, la verdad no tengo la menor idea de donde saca Rocko el dinero para patrocinar su trabajo y para sobrevivir. La verdad ese tipo me da un poco de miedo.

jueves, 17 de enero de 2013

Vuelo 11-02

Estoy frente a la puerta del salón 1102. Este salón siempre se llena, entonces entro lo antes posible.
Al sentarme noto que las luces blancas del lugar están encendidas, ignorando el sol de las once de la mañana. ¿Esas luces son completamente necesarias? pregunto en voz alta y acto seguido la profesora entra al aula.
La gente se calla, porque obviamente la profesora no los podía escuchar desde afuera y yo pongo mi espaldar en posición vertical; el vuelo está a punto de despegar.

El despegue es difícil. Como siempre, se le recomienda a los pasajeros venir bien comidos, sobrios y en ropa cómoda. El vuelo, en especial el despegue puede producir náuseas, agotamiento y hemorragia nasal. En caso de sufrir cualquier síntoma, por favor hacer caso omiso a cualquier procedimiento médicamente adecuado, pues la única medicina que se puede proporcionar durante el tiempo de vuelo es un poco de agua en la cara. En caso de pánico se recomienda asomarse por la ventana del lado izquierdo y disfrutar del paisaje que proporciona el aeropuerto. Cuidado, ver otros pasajeros en tierra puede resultar en arrepentimiento y ansiedad por dejar la aeronave.
La respetable piloto, una vez terminado el despegue. Se voltea y nos recuerda mantener apagados todos los equipos electrónicos. Estos incluyen, celulares, reproductores de música, tabletas, computadores, maquinas de afeitar y cepillos de dientes eléctricos. Es importante recordar que ninguno de estos aparatos pueden ser utilizados en modo avión, ya que de igual forma, la simple luz que producen los bombillos de estos es suficiente para que el avión se caiga.

Muevo mi cabeza y notó que estoy en un avión de carga. Todos los otros pasajeros son vasijas. Algunas simples, otras de colores, algunas de cristal y otras de cerámica. Hay vasijas llenas de mierda, otras de mariposas, otras de corazones, y otras de cenizas. Espero que el vuelo no se agite. ¿Quién podría limpiar todos los contenidos de las vasijas? yo no. Dudo por un segundo el porqué estoy en un avión de carga y me pregunto si soy una vasija yo también. ¿Será que sí? Realmente no me importa tanto si lo soy o no. Eso sí, me importa cuál es mi contenido. Me gustaría estar lleno de humo de tabaco y corazoncitos de papel. Pero hay que recordar, este es un vuelo libre de humo.
La piloto vuelve a comunicarse a través del complejo sistema de sonido en la aeronave, pero a mi forma de vasija le queda imposible entender su idioma. Sus palabras no me resultan más que vibraciones que me agitan tanto a mi como a las otras vasijas. Claro, algunas de las vasijas se llenan más con estas palabras, otras se quiebran. Yo como vasija solo me aburro.

No me gusta ser una vasija en un vuelo de carga. Pero ¿qué se le va a hacer? El avión es la manera más rápida de volar físicamente en un ambiente seguro. Y todas las otras vasijas parecen más o menos seguras, yo también lo debo estar. Se escucha un ruido fuera del avión, todas las vasijas se asoman por la ventana e ignorando las leyes de seguridad abren uno de los cristales. ¿Qué pasó? grita una de las vasijas en su idioma mientras saca la cabeza. Esta vasija vuelve a entrar al avión y se agrieta su boca. Esta vasija ya no va a llevar flores adentro, si tiene suerte llevara agua.
En ese momento yo me asomo y veo en el lejano suelo una vasija rota en mil pedazos, la pobre no soportó la turbulencia. Me dan ganas de preguntar si puedo ayudar de alguna manera, mas de repente yo dejo de ser vasija y vuelvo a ser pasajero. Los demás no hablan mi idioma. Que mala suerte.

Vuelvo a mi lugar y pongo mi espaldar en posición vertical, el vuelo estaba próximo a aterrizar y yo soy consciente que por más que yo no soy vasija, de igual forma me puedo romper en un aterrizaje brusco. Todas las vasijas vuelven a ser pasajeros y estudiantes en el momento que la nave toca tierra y todos van por su equipaje. La profesora nos agradece por volar con ella y nos pide que volvamos pronto (para los pilotos profesores pronto siempre significa mañana o el lunes). Yo salgo por la puerta de la aeronave y me fijo de mi horario. Noto que tengo un vuelo dentro de una hora y decido aprovecharla para fumar.

Creo que en un pasado se podía fumar en los aviones...


viernes, 11 de enero de 2013

Los tres colores del sol

Amanece.
Amanece y mucho muere o nace de una manera distinta.
Este es el poder del sol naranja.
Amanece y algunas palabras resultan no ser más que viento.
Amanece y algunos silbidos resultan ser poemas de amor.
¿Qué tiene el cielo rosa de la mañana?
Algo tiene que tener.
Las mañanas solas no podrían matar una idea.
Las mañanas solas no son más que un momento entre sueño y sueño.
Yo nací por la mañana. No antes y no después.
Yo nací entre sueño y sueño. Pero en un sueño me quedé.
Yo siendo un niño de la mañana, escucho que todo rima.
Yo nací bajo el sol naranja. Yo nací bajo el rosa abrigo.

Atardece.
No es de noche y no es de día.
Atardece y los incomodos sienten la necesidad de fumar.
El cielo parece rosa, pero no lo es.
En la tarde el cielo es violeta. En la tarde el cielo te engaña.
No se deben tomar decisiones en la tarde.
Atardece y los amantes bailan, los celosos sufren y los niños comen.
En la tarde las palabras no riman. Pero es más fácil conjugar.
Yo evito dormir en las tardes. Dormir a esas horas me confunde.
Dormir en la tarde te puede hacer sentir enamorado. Te puede llenar de confianza.
Tarde puta, tarde falsa, tarde maquiavélica.
Por tus engaños fuiste castigada. Como tarde solo duras unas horas. Como tarde solo eres un rol.

Anochece.
Anochece y hace frío.
El sol parece abandonarnos, pero no lo hace.
En la noche el sol se viste de negro. El sol ambicioso siempre nos quiere ver.
Anochece y tú estás lejos. O no existes. O simplemente no te puedes ver.
En la noche eres todo el mundo, incluyendo y excluyendote a ti.
Pero en la noche no eres poeta. No eres amante, no eres el color azul.
En la noche eres un sueño. Un pensamiento. En la noche eres un juego de palabras.
En la noche tienes miedo. No admites que lo tienes pero es así.
Te da miedo que el sol no regrese. Ya te dije pero no me oyes.
En la noche el sol sigue allí.